Mucho más allá de
Estaba cansada de los pretextos de Enrique para poder vernos, en ocasiones yo lo buscaba en su oficina y caminábamos hacia su camioneta. El paseo era breve pues ambos debíamos regresar a casa. En varias ocasiones durante el trayecto las discusiones se convertían en una dinámica salida de control. Sus constantes excusas me fastidiaban y hacían que perdiera la calma. Yo quería seguridad de un futuro, que si bien al principio nos lo habíamos planteado, con el tiempo parecía desvanecerse entre las calles y las luces de los autos.
El ser la otra era una carga poco ligera y agradable. Quería ser única para quien me amara, ser el acontecimiento de su vida y no sólo un apartado. Es extraño recordar que para Enrique nunca fui el acontecimiento, deseaba ser mucho más allá de un ser humano que se inmiscuía en su vida, que se aparecía de repente; nunca lo fui, no para él.
Un día, se detuvo, en una calle solitaria; después de haber comenzado a hablar sobre nuestro pasado "puberto", como él lo llamaba. Y sin "filtro" alguno, comenzó a vomitar tanta basura que no podía creer que saliera de su alma. Por una extraña razón expuso sus justificaciones de infidelidad hacia mí en aquél tiempo. Me dio detalles, nombres, temporadas en las que estuvo y se acostó con una y otra compañera, conocida, etc. Venirme a contar semejantes estupideses después de tantos años, me corroboró que no era confiable, aún cuando mi corazón loco pensara diferente. Después de hablar como no lo hace un caballero, siguió colgando imágenes de infidelidades más recientes; que obviamente no las había cometido conmigo, pero hacían sentirme una más. Para puntualizar, Julia era la novena amante de Enrique, la novena, ocho antes que yo. Esto es demasiado para mí. Mis preguntas fueron en aumento, como si la esposa hubiera sido yo. Por lo regular, no soporta sentirse acorralado, ni acostumbra disculparse y está bien. Pero en aquel momento no podía concebir que yo no era especial, sino un patrón de un infiel empedernido; mi ego me gritaba y estallaba en ira; la discusión aumentaba de tono y arrancó la camioneta. Hubiera querido bajarme a cualquier costo y así me lo pidió, me lo exigió. En una calle solitaria, que cuando la transito, ahora, trato de buscar algo que perdí aquella noche, pero no logro encontrar.
-Bájate! - me gritó, al mismo tiempo que se detuvo.
Enojada estoy con la Julia de ese día, que no recogió su dignidad y se bajó, se quedó por no poder vivir con la duda de cómo seguiría esa relación, por miedo de que la dejaran de nuevo. Hubiera sido un buen momento. Pero no, no se bajó. Sólo apretó el bolso y lloró, lloró hasta que la dejó cerca de casa, hecha un panfleto barato, lleno de mentiras y palabras grises, que poco a poco se desteñía con las primeras gotas de lluvia nocturna.
Julia lleguó a casa sin palabras y sin integridad, esta relación la estaba acabando y perdiendo, la dejaba correr, confundida con el agua que va a las coladeras y se pierde con el todo; así corrían mis colores y mi voz, así se fueron, se perdía, se ausentaba de sí misma. Creo que dentro de todo, ese es el enojo más grande de Julia, Haber permitido borrar todo lo que había logrado, por perderse y desvanecerse.
Comentarios
Publicar un comentario