Un amor sólo de ida
Necesito terminar la historia anterior para poder dramatizar con esta que me exaspera desde hace unos meses.
He tratado de terminar un capítulo llamado suficiente y las teclas de la computadora no me dejan proseguir de los primeras líneas. Mi mente y mi alma quiere hablar de alguien más.
Ernesto había entrado en mi vida y me había hecho sentir de diecisiete. Lo quería dejar atrás desde hace varios días. Pero deambulaba una y otra vez por los rincones de mis pertenencias.
Un papel doblado tenía un recuerdo de alguien que no veía en mucho tiempo. Una dirección que hubiera querido visitar aunque sea por un sólo instante. Aunque fuera sólo en sueños. Todo estaba en un recuerdo vago de sentimientos sin respuesta.
Desde que, de manera estúpida le declaré mis sentimientos las cosas no volvieron a ser las mismas. Mi rostro se sentía caliente y avergonzado. Mis dedos no tenían las fuerzas para escribir más mensajes, llenos de pretextos para que pudiera entablar una conversación conmigo. Ya no sabía que más hacer. Así que un buen día de esos. Le dije:
- No podré volver a hablarte, sentimos cosas diferentes...
Esperaba que su texto se quedara vacío en un sólo instante, y de pronto:
- Explícame el porqué.
Sus palabras aparecían en el móvil y mi estómago quería gritarle que me hiciera olvidarle de manera abrupta. Para qué me contestaba?, si no sentía lo mismo por mí. Cada punto y coma de sus textos me hacían sentir más avergonzada de amarle. Mis oídos escuchaban sus palabras e imaginaba que me las susurraba al oído. Las lágrimas salían por grupos de mis ojos y no me dejaban ver más. Aquella noche, decidí comenzar a perderlo en alguna parte de mi olvido.
Me senté una noche, en el comedor de casa; cuando mi pecho sentía un gran vacío de una ausencia donde nunca estuvo nadie, donde nunca me amó. Me sentía cansada y sólo deseaba escuchar mi teléfono retumbar con algún mensaje de él, pero no fue así. Mi yo sabio, buscaba respuestas y Julia, comenzó a buscar una nueva estrategia para olvidarle. La estrategia era: escribir sobre otras personas o sucesos que ya no me interesaban más, escuchar música, no buscarle más, ni buscar excusas para entablar una charla con él. Ésos eran sólo algunos de los pasos para dejar de amarlo.
Durante algunos días parecían funcionar bastante bien, anotaba los días en los que iba; mis logros sin hablarle, sin buscarle. "Día 1", anotaba en mi muro de las redes sociales. En ocasiones lograba mis retos durante 3 a 5 días consecutivos. Y como evento equivocado, lo volvía a buscar; lograba encontrar una manera en que mi cerebro justificara mi saludo. Y mi autoestima caía en picada, nuevamente. Esa historia la repetía una y otra vez. Hasta que un día Julia Eskarra, loca enamorada, logró no buscarle por más de tres semanas.
Los días avanzaban lentos y otros tan apresurados que no dejaban rastro de su recuerdo. Y me sentía valiente, capaz de dejarlo atrás de una vez.
Pero hoy, hoy me hizo falta, me sentía ansiosa, quería correr a sus brazos y amarle más y más. Que me abrazara tanto que no pudiera, sentirme irreal. Por una extraña casualidad, el recuerdo me llevó a verle con la necesidad de un favor que era imprescindible para mí. Quedamos de vernos en un lugar cercano para ambos. El tiempo pasaba y mi respiración se aceleraba vertiginosamente. Manejé por unos minutos, con música de fondo, para tratar de calmar mis ansias de verlo a los ojos. El tránsito era fluido y me estacioné cerca del lugar de reunión.
Cuando era momento de bajarme para vernos, mis piernas se quedaron quietas; dudosas de dar el siguiente paso. Deseaban correr y a la vez quedarse inmóviles, para sólo seguir manteniéndolo como un recuerdo, y no reunir otro más real y doloroso.
Esperaba fuera del sitio, los autos avanzaban y su sonido estaba, simplemente disociado de mis pensamientos. En el pasillo, su voz avanzaba hacia mí. Era él. No podía creerlo, y mi mente sólo trataba de hacer todos los ejercicios de respiración que podía recordar. Cuando lo tuve frente a mí, no pude retirar los lentes de mi rostro. Era una manera de no hacer contacto visual con él y enamorarme más. No sentir a través de la mirada todo lo que estaba contenido, evitar que mis pupilas estallaran en gritos de amor por él.
La conversación fue breve, de trivialidades; algo inusual en nosotros. Y de pronto, ya no creí resistir más, estar ahí, frente a Ernesto y no decirle lo que siento y, preferí despedírme. Un beso en la mejilla y un fuerte abrazo fue todo. Tenía que irme rápido y sin mesura. De lo contrario regresaría y le tendría que confesar que aún lo amo, que vivo esperando que el tiempo pase pronto y lo pueda olvidar de tajo; así como llegó se vaya de mi corazón.
Sólo espero que sea pronto.
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