Merodeando los rincones de Julia
Después de ese viaje las cosas comenzaron a cambiar poco a
poco, Julia no deseaba ver a Enrique
tanto como antes. La necesidad de verle ya no era imperante como en meses
pasados. Deseaba despertar un día y darse cuenta de que lo había olvidado por completo. Que estaba libre de todo, de culpa, de amor y de dolor. Pero el camino no sería tan fácil.
Las visitas furtivas de su amor estaban a la puerta, llegaba por las noches y se quedaba sólo por un par de horas. Él solicitaba a Julia más amor cada vez, más atenciones, caricias, besos y un lugar en su corazón que sabía que estaba perdiendo poco a poco. Julia se estaba quedando sin palabras, sin suspiros por Enrique; los necesitaba para ella, para poder sobrevivir, estaba pensando en dejarlos sólo para su existencia. Ya las palabras de amor eran cada vez más escasas, no le quedaban muchas en su corazón, se estaban agotando; los pensamientos también escapaban de a poco hacia recuerdos de seguridad junto a Braulio. La añoranza y la melancolía por Braulio, hacían los días más extraños.
Braulio por su parte, después de la separación de más de un año, en una ciudad tan lejana de Julia y sus hijas, los planes de una nueva vida sin ellas, se tornaba más palpable. Braulio ya le hablaba de viajes al extranjero para quedarse definitivamente a vivir en alguno de esos países.
Esta situación a Julia le hacía tanto ruido, que no la dejaba concentrarse en el ahora. Qué haría sin Braulio definitivamente, y si un día necesitaba su contención, dónde tendría que buscarla?. El pánico invadía las mañanas y las noches de Julia.
Enrique por su parte, se preguntaba la ausencia mental de Julia, cuando estaban juntos, la observaba silenciosamente y no podía ubicar dónde se encontraba su pensamiento y su corazón. Ni Julia misma sabía donde estaba parada.
Algunas noches, en las que Enrique merodeaba por los rincones de Julia, hubo un descuido, que después él mismo lamentó. Más tarde, Julia tuvo que ir presurosamente a la farmacia para buscar con angustia algo que le dijera que su vida no cambiaría nuevamente. Un embarazo a estas alturas, no podría permitírselo, estaba segura que Enrique lo tomaría como un chantaje más. Sus ojos se rasaron de lágrimas, llegó a su mente el recuerdo de adolescencia. Ese preciso instante en que Enrique daba la vuelta a la calle y ella sumida en llanto, suplicaba no la dejara; y susurraba entre sollozos:
- Prefiero estar embarazada de tí, para que no me dejes- lamento de Julia de 17.
No era la misma historia en esta ocasión, al contrario, lo que no deseaba era, precisamente ninguna atadura, nada que le recordara cuánto amó a aquel hombre. Después de algunas pruebas, el resultado era paralizante. Una respuesta de una prueba que no deseaba ver, pero que ahí estaba.
¿Qué haría ahora?, y ¿sus hijas?. Ni lágrimas, ni palabras lograban escaparse; nada sucedía. No sabía qué le diría a Enrique y a Braulio.
Tomó una foto de aquella muestra y la envió por mensaje a Enrique. El teléfono también se había quedado mudo. Enrique había quedado tan impactado como ella, pero no decía nada tampoco. Julia apagó el móvil y decidió dormir. Pasadas unas horas, la respiración de Enrique la despertó, lo tenía tan cerca que no lo reconoció.
La había estado observando por largo rato mientras ella estaba en otra realidad; cuando abrió bien los ojos, Enrique la besó. Este beso le sonó diferente, sabía a adiós, a duda y melancolía guardada. Y sus palabras fueron:
- Pero no creo que sea así como dices, yo tengo la vasectomía- Mencionó Enrique en su defensa.
- ¿Entonces estás diciendo que me revolqué con otro?- Respondió Julia alterada, mientras se levantaba de la cama.
- No, pero, no hay probabilidad, osea, no es mío.
- ¿Entonces, dices que soy una zorra?-, comenzó a llorar Julia. Era un llanto de ira contenida y desilusión. Cansancio y desolación ante la incredulidad.
- ¿Sabías que puede suceder? - Replicó Julia.
- Sí lo sé- Contestó Enrique desesperado.
- Pero, olvídalo. Déjame sola por favor, y, no vuelvas nunca.
Enrique se quedó inmóvil ante esas palabras que no tenía consideradas. No se quería ir, algo lo detenía; pero a su vez, su comodidad lo hizo reaccionar. Se levantó y se fue. Como muchas veces lo había hecho ya.
Julia, no podía creer lo que sucedía, y el silencio se hizo presente una vez más. Ella se cubrió con las sábanas y mientras lloraba el sueño la venció.
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