Tu vuelo, mi sueño
El sueño favorito de Julia Eskarra desde niña ha sido volar, sentir por las mejillas el aire rápido y desestabilizador; ese que sacuda mis entrañas y me agite hasta erupcionar como un volcán. La vida se lo permitió a través de los sueños, en varias ocasiones ha sentido de manera, tan real el poder levantar el vuelo y despegar sus pies descalzos del piso. Tener el poder de decidir dónde y cómo aterrizar, el observar desde los aires las minúsculas personas que transitan esos lugares que no logra reconocer en la realidad. Han sido momentos memorables para Julia, que ni las tristezas más profundas le han podido arrebatar.
Una tarde, recostada en el regazo de Enrique, expresó aquel deseo profundo de tocar las nubes y aspirar el viento de una vez. Le miró de reojo y le dijo cuánto deseaba sostener sus manos por las nubes. Sentirse viva.
- Sabes cómo me imagino que podría ser?, Enrique- suspiró brevemente.
- Cómo hermosa? - Preguntó Enrique pacientemente.
En aquel momento. Era el hombre del que me había enamorado por segunda vez. El ser humano tierno y empático, que dejaba asomar a la niña tierna que estaba dentro de mí. Dejaba que mis pupilas se llenaran de fulgor y me enamoraba más de él. Ese brillo lo compartí aquella tarde con sus pupilas y sentí como mi piel se erizaba al hacer un silencio.
De manera extraña me levanté de la comodidad de su cuerpo y hablé poco a poco:
-Sería... como ser yo en cada uno de los respiros, ser única, ser libre de ver lo que yo quiera, amarte y gritarlo por las nubes. Viajar al mar y quedarme el tiempo que quiera. Ir al espacio y flotar mientras miro las estrellas. Conocer nuevos lugares, lugares que ya había visto y que quizá en la vida real no pueda volver a visitar jamás.
Mis manos se movían de un lado a otro como si estuviesen poseídas por un ser irreconocible. Sentía como mi corazón latía más fuerte cada vez y la arteria de mi cuello parecía reventar. Después de un breve momento, el silencio llegó a mi ser y lentamente mis brazos se apagaron y se juntaron para abrazarme, para abrazar a la Julia Eskarra solitaria y soñadora. Mis piernas se quedaron sin fuerzas y se doblaron ante el sinsabor de lo que nunca podría ser.
Enrique se levantó para contenerme y me abrazó fuertemente, hasta que mi respiración se tranquilizó y mis ojos dejaron de expulsar lágrimas. No dijo nada, sólo acariciaba mi rostro y mis cabellos. Éramos uno, en aquel instante, era la persona que más me conocía en el mundo y la que pensaba que jamás me volvería a fallar. Qué lejos estaba de la realidad.
Ese instante quedó capturado en mi alma y me hubiera gustado saber, que él también lo dejó así en su ser... pero hay muchas cosas de las que jamás podré tener certeza.
Unos días más tarde, aquellos recuerdos ya no estaban más en mi cabeza. Enrique había dejado de ir a casa y no sabía que ocurría, sus mensajes eran esporádicos y mis ojos estaban sin brillo. Hasta que entró por aquella puerta, sin hacer ruido, tomándome por sorpresa; me abrazó por la espalda y husmeó entre mis cabellos, hasta percibir mi olor, respirando profundamente y al exhalar comentó:
-Te amo-
Cerré mis ojos, escuchaba su respiración y guardé los latidos de su corazón junto a los míos.
- Te tengo una sorpresa- musitó suavemente.
- ¿Qué es?
- Siéntate- indicó, mientras su fuerte mano jalaba de la mía.
Nos sentamos en el suelo de la sala, sobre aquel tapete artesanal que cubría el frío piso de la casa. Abrió su teléfono y seleccionó un video.
- No pude llevarte físicamente conmigo, pero estabas en mi corazón.
Había volado en parapente, para mí... para él.
Me pareció que estaba radiante dentro del arnés. Su sonrisa estaba como amaba verla. Mientras despegaba, el viento se hacía cada vez más fuerte y sus palabras no se hacían presentes, estaba feliz. De pronto, miró a la cámara y sonrió, diciendo en secreto:
- Te amo-
Sus labios lo pronunciaron para mí y que suave sonó en mi alma. Volteé a verlo y mis brazos lo rodearon fuertemente hasta que mis fuerzas se cansaron.
Voló, volé en un recuerdo que no existió. Sentimos el viento en nuestros rostros y ese recuerdo quedó sólo entre nosotros.
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