Detonante
Enrique tenía mucho que arriesgar, Julia Eskarra casi había perdido todo de su vida, sólo se mantenía anclada por sus hijas. Se mantenía volátil la mayor parte del tiempo.
Ahora sabe que las pérdidas de aquel momento fue lo que más la alejó de aquel amor imposible. Ella había lanzado la mayor parte de su vida al vacío, observando como se hacía añicos entre las rocas y se perdía entre los arbustos de las decisiones atropelladas. Le quedaban las manos vacías; las observaba y suspiraba. Creía que dejar ir lo más valioso de su vida, en aquel momento era lo correcto, para que Enrique no tuviera pretexto de no querer estar a su lado. Así que sabía que ésa era la única solución. Por momentos recordaba el daño que le había hecho en su adolescencia y se repetía una y otra vez, que este Enrique no era el de hace tanto. El Enrique actual, en verdad sabía lo que quería y tenía la firme convicción de estar con ella.
Qué equivocación tan grande, querer ver los irreal, lo que sólo sucede en las películas cursis y tontas. Enrique no estaba dispuesto a abandonar a su familia por ella. Pero en ése momento, Julia no era tan fuerte para poder ver la realidad inminente. Así que su mente sólo podía repetirle que dejara todo por él.
Soltar todo, cuando no tienes nada, deja el alma vacía y en penumbra. Entonces es necesario querer llenarla a como dé lugar, incluso de cosas o personas que ya no van ahí dentro; cuando ya no es su tiempo ni su espacio. Cuando ellas mismas no quieren estar del todo. Qué necedad de Julia, sujetar a quien no te ama igual, a quien no deja todo como ella por amor, qué afán por demostrar lo que el corazón grita; total, si el otro no es capaz de escuchar, que se funda con el viento, que se vaya con e tiempo y no vuelva más.
Ella no era capaz de encontrar dentro su propia valía, ni reconocer el poder de llenarse sola. No sabía que debía mirarse al espejo y encontrar su magia nuevamente. Así como lo hizo cuando era joven y Enrique la dejó sin identidad, porque era una copia de él. Debía mostrarse sin disfraz, sin nada de pena por estar quebrada; sólo de ése modo podría tomar las piezas que le hicieran falta para armarse de nuevo. Pero no era el momento. Debía tocar fondo y desgarrar las ropas de Enrique de una en una para ver quién era en realidad aquel hombre.
Pero faltaban algunos meses para que lo lograra. Era momento de ver cómo todo se le había escapado en menor tiempo de lo que la había construido. Su vida entera, el amor de su vida se iba en un avión y no regresaría. Su trabajo, su estabilidad emocional, su paz, su presencia.
Y Enrique vivía completo, con todo como cuando esto había comenzado, sin arriesgar nada, sin poner en duda su vida conyugal; sin pérdidas. Qué iba a saber él lo que Julia vivía, si él transitaba en pompas de jabón. Éso, justo éso, la hacía rabiar, y sin que se diera cuenta, comenzaba a aborrecer a Enrique poco a poco. Acrecentando su enojo y desilusión. Detonante clave para terminar con lo que en realidad no tuvo un buen principio.
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