Hombre


Si Jula Eskarra fuera hombre. Toda  la historia sería completamente diferente. Creo que hubiera sido más feliz. Quizá. Seguramente hubiera crecido más castrada de lo que creció. Vivir en un ambiente tan moralista, la volvió frígida en la infidelidad. Donde debió ser más feliz que en su vida conyugal. Era una tarea titánica poder lograr el clímax en la relación. , no quiso decírselo a ella misma; eso le resultaba apabullante y terriblemente descontrolado. Temía que si le decía, ese pequeño detalle, él la abandonaría con más prontitud. Así que calló, muchas veces. Disfrutaba verlo, oler su piel, sentir sus manos; pero la culpa o algo más no a dejaba continuar con aquel idilio.
Si Julia Eskarra, hubiera nacido hombre, sería más libre de lo que es, caminaría con las manos abiertas en las madrugadas y no empuñadas, cantaría al oído de una mujer sin pena, se desnudaría completamente, sin temor a sus cesáreas. Amaría de manera descomunal, haciendo todos los esfuerzos necesarios para ver a su amada, sin esperar que el destino los reúna. Escribiría estas líneas sin miedo a derramar lágrimas frente a toda esta gente extraña. Si ella fuera hombre, rozaría las manos una y otra vez, acariciaría el cabello de una mujer cerca de su oído, mientras ella se conmociona, le enviaría mensajes amorosos durante el día.
Si Julia Eskarra fuera hombre, no estaría sentada aquí, sola, escribiendo sobre lo que no ha sido, ni será. No miraría la calle, preguntándose qué ha sucedido con ella estos últimos días. No dejaría que ninguna persona la dejara esperando, no permitiría que el amor la destruya, ni siquiera la sujete por la cintura.
Si hubiera nacido hombre, tendría el valor de correr, de lanzarse en medio de las olas; porque el ser hombre le daría el permiso de ser irreverente ante la vida, de ser descarado ante  el peligro, de sujetar la vida que hubiera querido. De irse lejos, porque no la sostendría ninguna de las amarras, porque no habría ninguna atadura que la detenga más. Hubiera huido del matrimonio que la mantuvo oculta de ella misma, hubiera dejado todo sin remedio, con la justificación de que es hombre y tiene el derecho de ver las cosas más fríamente.
Si Eskarra hubiera tenido los huevos necesarios, no estaría aquí sentada con lágrimas en los ojos de estos años que ha perdido tanto, no estaría escribiendo con frecuencia de lo que fue y de lo que nunca ha sido, ni será jamás. No se lamentaría por no ser la mujer atrevida que su cuerpo y alma grita a la sensatez que le ahoga. No tendría esta sensación en el pecho de un espíritu libre, capaz de cualquier cosa, no tendría reservas, ni miedos, ni culpas, ni tampoco lágrimas.
Si Julia E. hubiera crecido hombre se hubiera enamorado menos y hubiera disfrutado más.  Hubiera aprovechado las noches para saborear la libertad, para atrapar su vida entera y no cederla ni a su madre, ni a su esposo. Le invitaría un café a una desconocida, observaría a las mujeres a los ojos sin miedo.
Si Julia hubiera sido hombre, no estaría riendo con el nudo en la garganta por el juego que no estaba dispuesta a jugar. Estaría manejando lejos, lo más lejos que pudiera para poder ver el amanecer desde otro punto, para dejar atrás lo que nunca puede olvidar; su propia vulnerabilidad, para dejar atrás su espíritu de mujer.

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