Nada

Julia Eskarra se ha sentado frente al monitor a mitad de la tarde, el Sol se está ocultando poco a poco. El frío que llegó a la ciudad no es nada comparado a lo que siente en su pecho. Un frío se apropió de ella esta mañana. No sabe cómo calentarse. Hace a penas unos días, menos de un mes, parecían las cosas más estables. Ahora, ahí sentada no sabe lo que en realidad quiere escribir. No sabe ni siquiera lo que en realidad quiere expresar.
Se toma las cosas con decisión, la mayoría de las veces; pero en lo que respecta al corazón, es indecisa y temerosa. Quisiera dejar de lado a Alan, a Enrique y a todos los que la buscan. Quisiera desaparecer y sólo rescatarse. Olvidar de nuevo que desea sentirse hermosa, deseada, y, amada. Si ya había decidido tomar las cosas a la ligera y simplemente disfrutar lo que trajera el viento. Pero lo que trae no es lo que en lo profundo quiere en verdad.
Quiere todo y lo sabe. Quiere la pasión, el compromiso, los mensajes melosos, la compañía, la atención y la locura de un amor febril. Pero no está presente en nadie. Y es, que en realidad no quiere a nadie ya. Desea a Alan, porque es quien está, quien vive cerca. Anhela la presencia de los otros, por sus mensajes. A Él lo quiere por lo que representa. Braulio, por la certeza y a Enrique; Enrique...
A Enrique no quisiera ni  pensarlo ya.
Lo buscó la semana pasada y la dejó en el olvido, así, justo como antes. Ella sabe que está ocupado, o simplemente son mentiras sus palabras, nuevamente. Ayer le mandó mensaje para poder ver unas cuantas frases en el móvil. Necesitaba hablar con alguien, de un modo profundo, con alguien que la conociera hasta en los silencios. Lo buscó de manera estúpida, pero él es de nuevo el mismo. Lo notó en los primeros mensajes. Así que lo dejó por la paz, de nuevo. Esta vez no lo buscará más. Ése es el amor más prohibido que pueda llegar a conocer. Volátil y pasajero. Así lo dejará. Tras una imagen, tras las frases cortas, tras un amor y un olvido que no llega.
Al escribir estas líneas sobre todos ellos, se ha dado cuenta que a quien quiere traer a su vida, es a la nada. No quiere hablar con nadie, ni saber de nada importante. Sólo de vivir con las cosas del día. Ha logrado ya cada día, salir antes del alba a caminar, ha puesto en orden los pendientes y ya no se tumba en la cama por las tardes. Qué grandes avances en poco tiempo. Así quiere seguir, pero sin nadie adentro. Con una libertad de pensamiento que no recuerda, y una libertad de sentirse sola y feliz.
Quiere por las tardes y noches de los martes y jueves, poder no pensar en nada ni en nadie. Pero si Alan no toca a su puerta, se incomoda. No logra superar la espera, se molesta y comienza a llorar sin sentido. Provoca una tormenta en una gota de agua. Se hinca frente a su cama y solloza sin remedio. Acto seguido, se percata de lo infantil de la escena y se levanta, se sienta en la esquina de la cama y se da permiso de seguir llorando, pero ahora de una manera menos infantil, no llora por nadie en sí. Llora porque no se encuentra, no sabe bien quién ser. Si la mujer que sólo puede ser fría y disfruta de la vida, o es aquella que espera el amor ideal.
Se ha hartado de escribir sobre lo mismo. Ha decidido parar ahora. Que sea lo que tenga que ser, de ahora en adelante. Sin ataduras, Saldrá a caminar con el chico que le manda mensajes a las cinco de la mañana para salir de sus propias casas al mismo tiempo, en distintos lugares. Saldrá con él, el sábado y verá al chico de los estudios de sonido, el viernes por la noche,  saldrá a comer con el que realiza artes marciales. Y saldrá con ella misma cada día de su cama y logrará sonreír sin las espera de nadie, ni de ningún evento especial, ni un amor ideal. Sólo vivirá cada día, como la oportunidad de estar con ella, que ya bastante tiempo, se había dejado en espera.

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