No me olvides nuevamente
Julia Eskarra estaba retomando su rumbo poco a poco. Los días le parecían un poco largos a veces y otros extremadamente cortos. Había decidido dejar de ver a Alan. Sentía que no le proporcionaba lo que ella necesitaba, ella sentía que le faltaba la seguridad de una relación. Una certeza que le abriera las puertas a la tranquilidad que recién había perdido en el andar de los meses anteriores. No era capaz de notar que Alan no era Braulio, ni tampoco Enrique. Y que esa seguridad tan anhelada no la encontraría en nadie, porque estaba en ella misma.
Así que comenzó por buscarse dentro, muy dentro lo que la mantendría estable y en calma. Comenzó a despertase antes de las cinco de la mañana y salir a caminar sin parar; sus mañanas de trabajo estaban iniciando cada día mejor. Ya no manifestaba tanta ansiedad por recibir un mensaje o por ver a Alan en los días que ella hubiera querido. Lograba hacer sus actividades, sin preguntarse con frecuencia si él pensaba en ella o no.
De pronto un día, una llamada inesperada la alejó de su silencio. Alan, estaba al teléfono. Fue una llamada tranquila y serena. Ella estaba en ese estado y le permitía no alterarse por la demora de la comunicación. Él por su parte, le aclaraba que no podía estar un minuto más sin verla, la extrañaba tanto que sus días estaban alterados. Julia, había decidido por su parte, no caer en su juego; sin embargo la calma le permitió observar en fracción de segundos, cómo era que estaba reflejando la relación de Alan con la de Enrique. Cuando ambas no tenían nada que ver. Eran seres totalmente diferentes y circunstancias distintas. Así que, de pronto se preguntó:
- ¿Por qué lo alejo, si él no me está mintiendo?
Se quedó en silencio mientras Alan hablaba con su ausencia. Y de pronto, respondió:
- Yo también quiero verte. Te he extrañado tanto.
La cita estaba para aquella fría tarde.
Julia se quedó paralizada por lo que acababa de entender. Estaba defendiéndose de alguien que no la ha lastimado aún, Había sacado las garras para arañarle la cara, cuando él no estaba preparado para la embestida. Respiró hondo y se dijo lo siguiente:
- Nadie te está haciendo daño. Enrique se ha ido, Alan está ahora. Permítete ser feliz el tiempo que dure. -
Sonrió y siguió con los preparativos para verle.
Después de unas horas, el auto de Alan se estacionó fuera de su hogar. Ella estaba tranquila, sólo disfrutaría el momento sin preguntarse nada más. Abrió la puerta, y sintió como su garganta se cerraba. Aquel hombre maduro y varonil caminó hacia ella y la rodeó con sus musculosos brazos. La abrazó fuertemente y la beso. Ah!, que bien se sentían sus besos, tiernos y decididos. La pasión no les permitía, ni siquiera reparar en que la puerta no estaba del todo cerrada; situación que se repetía a cada encuentro, ya que las ganas de tenerse dejaba de lado toda previsión. Mientras subían las escaleras, volteaban mutuamente, con ansiedad de estar frente a frente. El silencio se hacía latente y Alan sostenía sus manos.
Al llegar a la recámara. Alan la besó suavemente, mientras todo sucedía lentamente. A diferencia de los otros encuentros, esta vez no se preguntaba si aquel hombre la lastimaría. Estaba resuelta a estregarse sin dudas. Ese hombre, se reservaba las ganas a despojarla de su ropa y saboreaba a sorbos su cuerpo, justo como a ella le gustaba. La música de fondo y las respiraciones, hacían de aquellos momentos algo sublime. En un momento, se pudo observar en el espejo; en una escena que ella, antes, no era capaz de ver y disfrutar del todo. Sus largos cabellos caían por sus curvas superiores y sus caderas descansadas sobre él, le resultaban excitantes. Levantó su rostro y sonrió.
Disfrutó verse plena, libre. Por primera vez se sintió capaz de observarse como era y disfrutar sin culpa y olvido, o sentir que no era deseada. Relaciones con Enrique y Braulio, respectivamente. El olvido frecuente de Enrique había dejado huella en el alma de Julia; pero, ya era momento de continuar sin ese estigma profundo. Alan, era otro.
Después de varias sensaciones nuevas, se tumbaron en la cama; ella por su parte, le dijo:
- Nunca me había observado en el espejo de esa manera.-
- ¿Y qué viste, amor?- le dijo con paciencia, a lo que ella tendría que decirle.
- Pensé que me veía fea, así, sin nada, pero me gustó lo que observé, y me sentí feliz.-murmuró.
Las palabras llegaron hasta lo más profundo de su alma, sus propias palabras le resetearon años de inseguridad. Alan por su parte, le preguntaba con atención sobre su vida personal. No podía creer que el Universo entero cambiara de dirección, con el sólo hecho de cambiar de frecuencia.
La pasión los seguía minutos después, había valido la pena tanta espera. Aquella figura masculina la hacía volar mientras cerraba los ojos. Y, así, abrazados al culminar, Julia le susurró al oído:
- Ya no me olvides por favor, no me olvides nuevamente.-
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