Y qué si no

¿Qué es una historia de una vida?
Julia Eskarra comienza el año con una sensación inmensa de soledad, que si tuviera que medirla, faltaría espacio para llegar al final de ella.
No sabe si vive o si está sólo deambulando por territorio ajeno. Hoy está cansada, ha perdido la perspectiva de lo conocido y de lo real. Sabe que mañana quizá todo cambie, quizá todo resuene de la misma manera que ha sentido en otras ocasiones donde el mundo parece perderse. También sabe, que quizá se sienta de la misma manera que ahora. No hay garantías para estas sensaciones tan conocidas.
Ha tratado de manejar la soledad de muchas maneras. Alegrándose por vivirla al fin, y lamentándose por tenerla que padecer. Son polos tan opuestos como su vida. Pide a gritos ser salvada y rescatada de este hoyo en el que se encuentra, pero sabe que nadie vendrá en su auxilio. Nunca la han rescatado, en sus peores momentos, como el de ahora, ha tenido que salir sola. Echando mano de cualquier recurso que se le viene a la mente, escudriñando en sus conocimientos y en la perspectiva de vida que ha ido construyendo con los años. Caminando por las calles sin sentido, como si tuviera prisa de llegar a algún sitio; queriendo llegar a ella misma por sus propios medios; sin lograrlo muchas veces.
Se para al final de las calles, pensando en si ha llegado al destino final, por fin. Dándose cuenta que a penas comienza.
Desea sentirse libre y auténtica. Libre de necesitar ternura y atención de los demás. Suficiente de brindárselo ella misma. Quiere soltar toda atadura para poder ser feliz consigo. Sin embargo, no lo está logrando, y esa sensación la molesta más, sus manos se empuñan y desea gritar. Pero el ruido de los autos es más fuerte, así que, da el primer paso y corre, corre tan rápido como puede. Anhela dejar atrás su desesperación y sus necesidades, reprimir sus gritos y cambiarlos por el sudor y el jadeo. Cuando ya no puede más, se da cuenta que no se han quedado atrás, los lleva consigo. Su respiración no parece detenerse, ni sus pensamientos. Está agotada. 
Ha pretendido muchas veces ser quien no es. Esconderse tras la dureza de la armadura que se coloca cada día, frente al espejo. Ésa que le pueda defender contra el dolor y el rechazo, y entonces, aparenta frialdad y autosuficiencia, cuando por dentro no ha dejado de ser una niña.
Cansada de correr y de tratar de escapar de quien es en realidad, levanta la mirada y ve el cielo inmenso, que se abre entre los árboles y se da cuenta que no tiene que seguir luchando contra ella misma. 

Y comienza de nuevo. Hace su lista mental de la gente que la ama en realidad y enumera una a una las cosas por las que la aman. Sin pensarlo sonríe de nuevo, ya que recordó, que precisamente, por ser quien es, es que la aman.
Así... ambigua, errática, impredecible, intensa, fuerte, tierna, incondicional, libre y necesitada a la vez. Y quien se encuentre en el camino y la conozca, quizá se quede o prefiera marcharse. 
Pero de lo que está segura, es que no volverá a correr de ella misma. No puede darse el lujo de perderse de nuevo.
                                                                     

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