Extrañando mi refugio
Julia Eskarra, siempre escribe primero, antes de colocar los títulos a los fragmentos de su alma, a las partículas de su ser, a los minúsculos pensamientos. Pero hoy, sabe exactamente cómo quiere titular a esta parte de ella; que será escrita en pocas o muchas líneas, aún no lo sabe. El tecleo se escucha sin cesar, dentro de la blanca habitación. La música de fondo que ha colocado en su computadora, ha cambiado un poco; ya no quiere escuchar las dramáticas notas que siempre suenan cuando escribe. Ahora, pretende generar nuevos recuerdos; pero cómo generar nuevos cuando de pronto Enrique vuelve a su mente? Estaba tan feliz de haberlo dejado en una parte de su ser que ya no le representaba vulnerabilidad. Pero ahora, por extrañas razones, lo vuelve a evocar a su torrente. Y sabe precisamente la razón.
Es la única persona que la conoce a profundidad, que seguramente podría desentrañar las razones que la mueven, y que ella misma no entiende o no puede reconocer aún. Enrique ha borrado toda posibilidad de comunicación. Sus redes sociales aparecen bloqueadas para Julia desde hace más de un mes. Al principio le pareció un alivio, ya que le daba la oportunidad de continuar sin pensar en cómo mantener la comunicación; perdía la oportunidad de hablar con él cuando necesitara hacerlo. Con el paso de los días y los cafés a solas y acompañada, Enrique se difuminaba en el tiempo, se perdían sus tonos oscuros entre la negrura de la noche, y ni la luna llena lograba asomar algún rastro de su inolvidable rostro. Se estaba perdiendo, ya las canciones que antes le golpeaban el estómago y le dolían la añoranza, no le representaban tanto; era posible escucharlas sin saltarlas de inmediato.
Pero hoy, está cansada, su corazón necesita un respiro conocido. Un abrazo que contenga. Una frase que de salida a todo lo que se contiene, a lo que no se sabe donde va o dónde es posible perder.
Pero él ya se ha ido, no es más parte de nada. Ha decidido mudar su amor a otro sitio, desde hace mucho tiempo. Tomó sus cosas y se fue, dejó sus recuerdos y sus besos, su voz y la textura de sus bellas manos en Julia. ¿Por qué no se llevó todo consigo? Julia no deseaba avanzar con semejantes anclas, quería correr rápido y no seguir a su sombra. Pero Enrique le regaló tantos recuerdos que Julia lleva más de año y medio escribiendo, cinco enfermedades de amor y desahogo, varios reflejos borrosos de él que no ha dejado instalarse en su nueva vida y tantas lágrimas que no sabría si los océanos estarían dispuestos a recibir más agua salada; noches enteras de desvelo y desvarío, gritos en el auto a solas que su nombre no escucha. Noches en vela, copas de vino y sueños a su lado.
Pero ya no escucha, ha partido y ella lo ha permitido esta vez. En esta ocasión, le abrió la puerta; le dio sus pertenencias, le dijo adiós y cerró con llave. Se dio la vuelta y siguió con su vida. Olvidó que había puerta, que estaba la cerradura, que el ojillo estaba empañado, y comenzó a ser feliz a su modo.
Hoy, dejó sus cosas en pausa por unos minutos y deseo un tiempo a su lado,un breve instante en sus brazos, una pequeña pausa en su vida. Regresó a la puerta y se sintió estúpida, nuevamente. Asomó su ojo izquierdo por el ojillo y sólo vio la misma negrura que perdió a Enrique en sus sombras. Tomó la tinta de sus olvidos y pintó en varias capas el cristal dañado de su vieja puerta. Esa puerta, que lleva más de 27 años cerrada. Ni aceite, ni recuerdos la abrirán. Adiós a Enrique!; no está segura; más bien adiós a toda posibilidad de volverle a ver. Adiós Enrique, adiós al amor de su vida.
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