Vestida de armadura
Ha tratado de evitar recordar las palabras de Enrique durante todo el día. Evadir el tema a sí misma, disuadir las situaciones incómodas a la nueva realidad de Julia.
Por la mañana, sonó el teléfono; adormilada por el trozo de pastilla para dormir que había tomado la noche anterior, la mantenía ausente de muchas cosas durante varias horas en el transcurso de la mañana posterior a la toma.
no logra identificar qué día es, dónde está y qué rayos ha pasado en tanto tiempo desde que perdió todo.
La sensación de tristeza dentro de su corazón, esa mañana era inevitable. Sólo deseaba seguir dormida. Sin embargo, las responsabilidades de su trabajo le hacían sólo destinar la poca energía que su cuerpo le proporcionaba para teclear su mail, y si acaso, recuperar algo del trabajo que se había quedado inconcluso.
Esa tristeza no tenía nada que ver con su realidad, salió de la nada, fugitiva como el propio espíritu de Julia; se escurrió entre los primeros rayos del Sol sin notarla por un instante.
La voz de Enrique, muchas veces la hace exasperar, porque denota una tranquilidad que Julia no siempre tiene entre sus dedos. Estos dos seres, son totalmente diferentes. Y para ella es irritante la perfecta vida de él, los pasos medidos, el sigilo de sus movimientos y su acertadas decisiones que le han llevado a la cómoda posición que tiene en la actualidad; con su esposa e hijos.
En cambio ella, en pocos meses ha tocado por primera vez la estabilidad económica y ha sentido la paz que los años le habían robado; y que ella misma quiso dejar olvidada entre las ramas y entre las tenues nubes de primavera.
Son extremos que jamás se tocarán, que cuando intentan tener un contacto lejano; las cosas simplemente salen mal. Las palabras no son las adecuadas al oído del otro, la distancia simplemente resulta molesta, las circunstancias se aferran a la ausencia.
Enrique habló, la despedida por mensaje de Julia, parecía definitiva por milésima vez. Ha intentado alejarse porque no sabe qué sentido tiene enviar mensajes y no tener una respuesta. Cuando manda señales escondidas a Enrique es porque ya no puede más. Aunque esconda sus ganas tras un estúpido "linda semana". No responde Enrique en días o incluso meses, y ella, calla y sigue los pasos que inventa para sí. Y de pronto él la busca. ¿Por qué tanta demora?
Mientras estaba en llamada, Enrique preguntó:
- ¿Qué quieres de mí?
Julia no supo qué responder. Porque ¿qué se quiere de alguien que no es nada de uno? Y más tarde, él dijo:
- Me reclamas como si fuéramos esposos, porque no respondo.
Julia sintió el peso de la nulidad en la vida de quien se es y no es. Sintió la ausencia de sí misma en la vida misma. ¿Cómo pretendes existir en donde no hay lugar?
Y de pronto un llanto incontenible le llenó el pecho de dolor, los ojos no paraban de contener las lágrimas y la voz se había quedado muda. El Sol se ocultó de la habitación, el aire dejó de correr y la vida se detuvo.
- No puedo seguir hablando, voy a colgar- balbuceó Julia.
Se llevó las manos a la cara y lloró por mucho, mucho tiempo. Lloró por lo ilógico, por lo que no es, por lo que es y no debe de ser, por lo que no será jamás, por ella, por no ser, por ser, por nada y por todo. Se dejó caer con los brazos abrazando sus piernas sobre el tapete rosado de su habitación. Lanzó súplicas a lo alto:
-¿Qué me pasa?, ¿qué siento?
No sabrá, quizá nunca. Quizá si sabe pero no quiere darse cuenta. Porque si lo hace acepta que él no está en la misma nube que él. Porque si sabe lo que siente se perderá de nuevo quizá en lo que nunca fue.
Perdida no sirve de nada, deambular por la nada no le sirve de nada a Julia, Tiene que mantener los pies en la tierra como lo hace él; serena, calma, con la armadura que la hace real.
Comentarios
Publicar un comentario