Intacta
La esencia de las hojas no cambia aunque la lluvia las humedezca, por más que el viento las mueva y las quiera arrancar. Aunque el Sol las seque y las deje casi muertas desde su diminuto tallo. Permanece dentro de ellas para existir y respirar, aún cuando pareciera que les queda sólo un aliento; sólo ellas saben cuál es su más profundo anhelo.
Así permanece mi esencia, la esencia de Julia, intacta... inmutable, resistente al viento, al fuego, a la lluvia, a las voces, al olvido. Porque aún cuando de las hojas no percibimos su existencia, hasta que escuchamos el crujir de su último suspiro bajo nuestros pasas, existieron para ellas y para nosotros detrás de nuestro absurdo olvido. Porque nos brindaron oxígeno y vida.
Julia ha existido detrás de la sombra del fantasma de Enrique durante casi tres décadas, sigue existiendo aún cuando ya su ausencia no le ha importado en los últimos segundos. Ella existió para ella, pero más para él y un recuerdo vago de unas horas por semana por poco tiempo. Es más bien sólo la existencia detrás de una idealización sin sentido. Una figura que no ha tenido cuerpo, no ha tenido voz. Sólo algunos vagos recuerdos, un fina luz y un poco desteñida que se ha querido mantener donde ya sólo queda oscuridad.
La esencia de Julia sigue su camino, solitaria como siempre; con pocas cartas bajo la manga, con muchas metas que realizar antes de crujir como hoja. Así, sin Enrique en su cuerpo, sin Enrique en su memoria, sin Enrique en su suspiro. Ella corre por las frías mañanas, de casa a la torre más alta de la Catedral que enmarca un nulo recuerdo. Su fría nariz exhala junto con su boca reseca lo que le queda de vida y lo que la desventura de un espectro le dejó. Se pregunta constante:
¿Dónde mora su alma?
Donde ella ha decidido estar, en la playa que la espera, en los recuerdos de nadie, en la madrugada que la aguarda solitaria, en el espacio que la observa absorto. En sí misma, en el rescate de su vida. Ese rescate que tuvo que realizar hace muchos años y que hace unos meses tuvo que reafirmar. Cuando la tristeza profunda le hizo tomar la última bocanada de cordura.
Está donde ella quiere estar. En su memoria, en sus pasos, en sus risas y llantos, en los movimientos de sus caderas que lleva a la cálida cama. En sus risas pausadas, a donde ella vaya está... aunque se pierda a veces, aún en las preguntas que nadie decidió responder, en algunas dudas que decidió sostener. Cómo le hubiera gustado llenar su espíritu de soluciones a sus cuestionamientos sobre sí misma, depositados en Enrique, sin embargo, él decidió no responder. Tantas veces necesitó de un mensaje con soluciones y sólo se quedaba con más preguntas y vacíos.
Está donde debe estar, porque no todas las preguntas tendrán respuesta, ni todas las respuestas deben ser escuchadas. Que queden a la deriva entonces, allá donde las tormentas se hacen nudos, donde los vientos se evaporan mientras se llevan todo. Que lo que podría haber solucionado una autoestima lastimada, se queda ahora sin oídos para ser escuchadas. Que aquello que pudo haber resuelto media vida en un suspiro, se sepulte en tanto el segundero resuena. Que la bravura con todo y sus absurdas respuestas dejen a Julia continuar con la vida que en su momento, ese alguien decidió ignorar.
Julia es y seguirá siendo para ella... mar, viento, tempestad, silencio, esencia... todo.
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