Sin conmiseración

 Se quedó fría bajo la cálida luz de la lámpara de pié que ilumina el consultorio donde trabaja. Sus labios decidieron quedarse callados tras las confesiones de sus pacientes. En ese sillón largo de color gris suave, descansan las penas, sinsabores, dudas, miedos, tristezas y desolaciones que ella misma tuvo en algún momento. Sabe que esos interiores inquietos, pronto llegarán a vislumbrar un poco de luz dentro de la neblina.

Sus palabras son casi todas para ellos, mientras hace profundas respiraciones, en tanto ellos nombran confusos lo que esconden en sus realidades. Mientras cierra sus ojos un segundo y piensa en emanar amor. Ese amor que a ella le faltó para salir adelante y que al mismo tiempo agradece a ese personaje; que hoy no tengo ganas de nombrar; el que haya decidido permanecer ausente. La depresión que le acompañó hace años; por sentirse la peor persona, por amar, por querer vivir el amor más destructivo de su existencia; le dio la enseñanza con la que convive cada día de existencia. Decide cada día agradecer, haber visto dentro de tanta devastación, la salvación a sí misma y quizá un aliento a alguien más.

Esa persona, decidió ignorar sus súplicas a un dolor profundo. Cuando Julia clamaba ayuda, él decidía ignorar llanamente sus mensajes. Que si bien, ahora reconoce que eran, para una persona que no padecía depresión, nefastos y cansados. Para ella que no encontraba el camino de vuelta a sí, que veía en las noches un calvario de segundos detenidos en su insomnio cautivado por sus lágrimas recorriendo sus mejillas. Esa persona decidió que Julia no era adecuada, no era suficiente para amarla. Ella no sólo requería amor en ese momento, necesitaba unos brazos que la contuvieran, unas manos que le sostuvieran el llanto, que le dijeran palabras de amor, esperanza y no de fastidio y cargadas de silencio.

Pero ahora, después de tantos años, después de tantas historias como las suyas; que se confunden entre el vapor plagado de esencia de té verde. Reconoce que si ella hubiera tenido al ser que la hubiera contenido, que la hubiera rescatado. Todo el dolor hubiese sido en vano, porque ella misma se hubiese conmiserado  de sus heridas y nunca hubiera aprendido que el peor lugar para permanecer era a su lado. Y quizá no porque él sea una terrible persona, sólo quizá, sino porque es la persona que ha sido la menos adecuada para ella. Desde el principio de esta historia, él ha decidido hacerla insuficiente para ella, andando con otras, mientras estaba con ella. Y en la segunda historia, mintiendo cada vez por un amor que está segura nunca fue auténtico. Gracias, ha musitado muchas veces al cielo:

-Gracias que me escuchaste y te lo llevaste, porque me diste la fuerza esta segunda vez de retirarme aún con mi ser hecho ruinas. Gracias


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