Muchos días y hoy

El cielo se abre y se cierra al ritmo de las respiraciones pausadas de Julia, ha dejado entre suspiros los latidos de su corazón. Los dejó reposando por unos minutos, los subió a las ramas de un sauce llorón, los ha escondido para que nadie los vea, para que nadie los escuche; temiendo que las pulsaciones puedan sacudir algunas de las hojas que penden frágilmente de sus ramas. Deseaba que las nubes dejarán caer unas cuantas gotas que enfriaran el ritmo acelerado de su ser, que rozaran suavemente hasta que silenciaran aquello que pudiera delatarlos.

Las nubes que se aparecen sutiles entre los rayos del Sol, dejan ver cercanas a ellas los tonos intensos de un curioso arcoiris. El arco multicolor debería llevar al lugar más lejano esos latidos fuertes que su pecho grita. Debieran ser el camino certero para perder todo recuerdo, para eludir todo reflejo de añoranza. Aquél violeta que se toma de la mano con el azul intenso, debieran sujetar con fuerza lo que el alma de Julia desea suspender en el viento, en el tiempo, en las nubes, en lo más lejano a ella 
Sin embargo, las memorias inquietas se mueven en diversas direcciones. Pocas veces tiene oportunidad de soñar. El trabajo, los estudios y la familia; le dejan poco tiempo para profundizar en su ciclo circadiano. En tanto existe una noche más prolongada, se asoman lo que se está perdiendo en terapia.

En aquellas tardes de viernes, se sobresalgan las emociones de rabia y dolor que Julia no sabía bien  dónde estaban;  que había enterrado con sus años, lanzado al viento con los comentas que volaba, atado a los vuelos que tomaba, remendado a sus sueños rotos, romojado en sus lágrimas sin sentido.
Ahí se quedan guardadas entre los cojines de quién escucha y resuena sinsabores.

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