A las doce en punto
Cómo se habla con la soledad, no lo sé. Simplemente se empieza, como un alcohólico sin inhibiciones, como un demente sin razón; así sin sentido alguno se empieza. Y realmente no es necesario siquiera tener una secuencia a los hechos que parten el alma y el cuerpo. Ese sinsabor que sólo dan ganas de arropar entre las mantas que penden del perchero de la habitación vacía, se antoja amarrar el dolor para que deje de andar tirando lo poco que queda de cordura.
La cronología a los hechos ha dejado de importar el día de hoy. Porque ni siquiera hay un hecho en sí, ni siquiera hay algo que se pueda narrar en una historia inventada para que no suene a locura personal. Hay tantos hechos que son éso, una locura personal. Cuando Julia trata de recapitular alguna memoria, comienza a dudar de sí misma y realmente parecen locuras, pareciera que se ha inventado todos los capítulos anteriores con ganas de sólo escribir sin sentido; sin embargo, todas y cada una de las historias ha acontecido; se han colocado en las repisas del consultorio de Julia, en los cajones de la cocina de su hogar, dentro de los bolsillos de los sacos de esta mujer melancólica y extraña.
Ha pasado su cumpleaños y en las vísperas, pasean innumerables recuerdos donde sólo hacen que quiera abandonar en el desierto que más ama, las maletas atascadas de recuerdos vívidos. Si éso fuera posible, lo haría. Yo misma la tomaría de la mano y empacaría con ella, recogería de su pecho lo que no desea que nadie vea. Metería a fuerza las telas, los sonidos, las voces hirientes, los minutos solitarios, las mañanitas saladas, las costras que aún mantiene en sus bocanadas de aire; las empujaría con tanta fuerza en aquella maleta ocre, hasta cerrar sus broches y asegurar tanto, con la combinación secreta que nadie pueda abrir. Porque nadie debería saber que en cada cumpleaños, desde que recuerda, ha sido un dolor de cabeza. La acompañaría desde aquí, caminando. Para que en el camino bajo nuestros pies, dejemos las palabras y frases que desee contarme, que deje en la carretera bajo el Sol y la lluvia, las lágrimas mientras me platica a quiénes no le ha importado desgarrar ese día.
Dentro de su equipaje lleva el recuerdo de hace 13 años, cuando cargó sola con la abrasadora realidad de que Enrique jamás la vería como una mujer suficiente para su existencia; se le presentó por error su cumpleaños número 33. En aquellos momentos asistía a terapia.
Ese día, se encuentra grabado como muchos; que si bien ya no reservó energía para hacer reclamos a quien no escucha; los lleva consigo tratando de perderlos en el tiempo.
Era finales de mayo, cuando la tarde estaba por morir, cuando sentada en aquel pequeño sillón minimalista, comenzó la sesión. Si bien no sabía de qué trataría aquellos minutos, su alma gritaba de todo, sin voz. Su terapeuta comenzó el interrogatorio:
- ¿Qué tienes planeado para tu cumpleaños?- preguntó si preámbulos.
- Nada, no me gustan mis cumpleaños- respondió Julia, tajante.
- ¿Por qué?- cuestionó a Julia directamente.
- No sé, simplemente siempre pasa algo- bajó la mirada Julia, después de haber revisado cada uno de los cuadros del pequeño consultorio color violeta.
Ese algo, se remonta a los 6 años de Julia, quien era una niña de cachetillos redondos y cabello negro, lacio y corto, ojos vivarachos y con más entusiasmo del que sus padres podrían contener.
Aquel día en que Julia cumpliría 6 años, sus padres fueron a trabajar. Ellos elaboraban dulces artesanales que preparaba su madre en un taller pequeño, dentro de la casa. El calor era agobiante, sin embargo, Julia pequeña no lo sentía. Estaba emocionada porque podía escribir, y éso le permitía elaborar algunas invitaciones y adelantar los preparativos de su fiesta de cumpleaños. Así, cuando ellos llegaran de trabajar después de la comida, la fiesta se prepararía rápidamente.
Las invitaciones tenían pegado con cinta, una moneda de bajo valor monetario, como decoración. Elaboró 5 en un par de horas, la vergonzosa leyenda que la familia cuenta entre risas, y a Julia le llena de pena, es la siguiente:
"Te invito a ti y a toda tu familia...a..."
Cuando llegaron los padres de Julia de su viaje infructuoso, ella salió a su encuentro. Con algunas gotas de sudor bajo sus cabellos, corrió a decirles que había hecho su trabajo y ya había entregado por su cuenta un par de invitaciones, que aún le faltaban unas cuántas más. La cara desencajada de aquellos padres lo decía todo. Julia sintió lo que nunca había sentido, deseó que el tiempo retrocediera para olvidar qué día era ése.
Se llevó a cabo una diminuta reunión, donde un juego de mesa envuelto en papel de fantasía infantil era el tema de conversación, al mismo tiempo las risas en torno a las ridículas invitaciones superó la novedad del precioso obsequio. Julia hubiera querido derretirse con el calor primaveral y desaparecer entre el alcantarillado de la calle. Aquel sentimiento la ha acompañado por años. La sensación de que nadie desea estar acompañada del querer ser tan invisible como lo sintió en aquella época, resuena entre sus pocos obsequios de cumpleaños.
Así que, cuando Enrique decidió terminar con ella cuando tenía 17, días antes de su cumpleaños. Resultó un dolor conocido, la inexistencia de su ser daba en el blanco una vez más. Sus palabras, que años más tarde negó deshonestamente, le taladraron durante días en el alma. Su habitación se hacía pequeña mientras se tumbaba en el colchón que estaba en el suelo de su habitación. Aquel edredón color guinda con tonos beige, estilo indú; no resistía la inundación de sus lágrimas durante más de una semana. Llegado su cumpleaños número 17, por la noche, su madre había comprado un pastel; sonaron las mañanitas en su interior y los lamentos de su corazón se condensaron dentro de una diminuta copa con rompope casero. Unos minutos más tarde, apareció quien volcó la vida de Julia; con una simple rosa roja entre sus manos y una postura que simulaba pena. Julia se llenó de confusión, sin embargo, ese paleativo temporal le detenía la hemorragia de sus heridas.Tantos años con historias que quizá negándose a sí misma pudiesen ser menos representativas de lo que ninguna niña, joven debe vivir.
Un cumpleaños, es precisamente el inicio de un ciclo de nuevas oportunidades; donde la gente que te ama te busca, te dice lo importante que eres para ella, celebra que existes en este Universo. Donde la gente que te ama, busca la forma de hacerte saber que eres visible para ellos, suficiente, importante. Pero debieron pasar muchos años para darse cuenta que, sus células celebran que Julia respire, donde sus órganos triunfan por seguir funcionando, que su alma ha encontrado el propósito de su existencia, donde su corazón sabe que hoy en día así como son las cosas, en ese primero de este mes, así están bien. Que queriendo que los que ensombrecieron sus días los primeros de la mitad del año, de algunos años; fueron quienes nunca han aprendido a amar, quien ni siquiera tiene alma, ni corazón. Quien nunca sintió nada, cuando dejó sin nada en tantas veces a quien le dio todo.
Julia sabe hoy, que es mejor dejar de esperar que las sombras se extingan solas, olvidadas. Porque ni el dinero, ni el éxito a medias restauran un alma vacía.
Que vengan muchos cumpleaños, muchos más con la esperanza que sean como éste para Julia, que sean donde se da cuenta que las mañanitas pueden sonar con sonrisas y un mariachi a las doce en punto. Donde es amada como jamás lo pensó, donde es amada como jamás lo sintió.
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