Perdón alma tuya


Este escrito tiene su origen hace más de dos meses. Donde un día Julia se levantó con una necesidad que le llegó hasta la garganta. Era una sensación que le recorre cada uno de los poros de su piel, varias ocasiones a la semana. Sólo que aunque ya lo habíamos redactado, pasados unos días; yo misma lo borré.
Pedir perdón a quien no existe es más complejo de lo que se visualiza, de hecho, podríamos preguntarnos:
¿Para qué te disculpas con quien no existe?
Esa pregunta podría resonar en la mente de ella. Era un día cualquiera por la mañana y el bullicio del trabajo matutino de Julia, la traslada a su burbuja. Aquel lugar donde sólo ella puede estar, aislándose unos momentos de todo aquello.
Ahí, a lo lejos, donde termina el bosque frondoso; se encuentra ella, sentada sobre la tierra roja. En calma observa el acantilado que se posa a sus pies. El fuerte viento revuelve sus cabellos y la dan la sensación de que se somete al vuelo. Su chamarra rompevientos color verde esmeralda la protege del dolor y la melancolía. Ahí sentada Julia en esa metáfora totalmente imaginaria, la mantiene a salvo de todo; de sí misma.
Ese lugar donde decidió posar su burbuja protectora, es un lugar donde algún día ella fue sola a buscar donde tirar lo que le sobraba, lo que le estorbaba para ser libre. Ese día, manejó. Avanzó por la carretera curvilínea que llevaba a una cabaña de alimentos donde Enrique la llevó un día. Aquel día, estaba segura que su destino era la cabaña, pero no; estaba equivocada. 
Cuando estacionó su vehículo color plata en el paraje circundado de árboles de coníferas, respiró profundamente y le dolió el pecho. Aquel espacio ya no era su lugar; quizá nunca lo fue. Hizo retroceder un poco su auto y accedió  su intuición a buscar más allá, sola.
Avanzó un poco más y cuando miró a su izquierda, logró observar que quizá era el espacio necesario para sobrevivir. Detuvo su coche y descendió para caminar. El viento le golpeó la cara de pronto y se llegó el vació, un silencio extraño combinado con el torrente de la Tierra.
Siguió caminando y se detuvo ante el precipicio. Levantó sus brazos y quizá en otro momento, éste hubiera sido el lugar adecuado para claudicar. Pero en esta ocasión, buscaba lo efímero. Ella y su liberación. Tomó un respiro profundo, muy profundo y se sentó, sobre la tierra.
Las horas pasaron y el tibio Sol del otoño tocaba su chamarra esmeralda, el viento y el silencio la llevaban a lo más profundo de su ser. 
En ese momento decidió guardar ese espacio, como SU ESPACIO SEGURO.
Así, cada vez que no encuentra lo que necesita y su alma anhela, entra en sí.
De esta forma la metáfora que no es la que es, la encapsuló aquella mañana, como muchas veces.
Deseaba ante tanto ruido viajar a su lugar y quedarse dentro. Así lo hizo. La burbuja creada, que no conoce espacio ni tiempo le había dado la paz.
De esta manera, empezaron de nuevo aquellos pensamientos de terminar bien, por fin. Pedirle perdón, pedirte perdón; quizá era lo necesario para lograr lo que sueña Julia. Y aunque ya lo habíamos escrito y borrado es necesario que quede testimonio ante nosotras, que algún día, muy dentro de cada una, deseamos limpiar el vínculo.
Entonces, comenzamos con este ritual sanador:

Perdón rizos negros, por no ser la mujer que debí ser.
Perdóname, suaves ojos cafés, por no valorar cada uno de los detalles que tuviste conmigo.
Perdón manos delgadas, por juntar las mías y  pedir al cielo terminara con lo nuestro.
Perdón andar ligero, por las noches que incómodas que te dejé, en lugar de tomar mis pasos e irme.
Perdón delgados labios, por los reclamos y no escucharte antes de abrir los míos.
Perdón alma tuya, por no entender a tiempo que lo nuestro no es de este mundo, ni para este mundo y simplemente llevar mi alma lejos, muy lejos de la tuya.
Perdón voz en calma, por lastimarte con mi dolor desbordado a través de las lágrimas e insultos.
Perdón a tu tiempo, por poner una fecha de caducidad sin avisarte para poder irme.
Perdón tez morena, por no haberte acariciado aquella mañana donde las sábanas estaban revueltas y cálidas.
Perdón corazón tibio, por abrir la puerta aquel día, en lugar de dejarte regresar  tranquilo a tu vida.
Perdón frases de aliento,  porque conociste una versión poco estable de las dos.
Perdón por querer estar contigo. Perdón por amarte.

Y así, se culminó con el ritual de paz, y Julia; entonces, abre paso a su burbuja... la cierra y resguarda en su cálido pecho y regresa a su vida.

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