Sin



 Ha llovido toda la noche, los relámpagos no dejaron espacio sin sonido. La frescura entra sin permiso por la ventana. Las suaves cortinas blancas ondean al compás de la tormenta. La camiseta color salmón con letras metálicas de aquella película vieja de Disney, donde la señorita vuela en sombrilla;  a penas tapan la intimidad de Julia, sus piernas  abrazan con fuerza la suave almohada para sentirse segura. Aquella melodía que escuchaba cuando tenía trece le avisa que es momento de despertar. Comienza su día, maneja... trabaja y regresa a la ciudad nuevamente. A penas tiene tiempo de cambiarse los zapatos tenis por su calzado adecuado para trabajar como terapeuta.

Los días han transcurrido con una lucha interna que le cierra los labios sin querer pronunciar palabra. Sus esfuerzos por tener logros profesionales, le han llevado a poner al límite su cuerpo. Los últimos días, observa sus alcances y sabe bien que nunca... ni siquiera fue capaz de concebir  en sueños, a dónde ha sido capaz de llegar. Su vida estuvo rodeada de carencias desde niña. Normalizó el comer siempre los mismo, un buen plato de frijoles, acompañados de agua sabor limón y aguacate; que por la zona donde vivían, a su padre se los daban a cambio de servicios veterinarios. Y de adulta, parecía que su suerte no era diferente. Los trabajos que tuvo durante los veinte años que duró casada, fueron tan variados y tan humillantes que a veces, cuando se sienta en su consultorio, le llenan de nostalgia. Ella logró compensar una economía gastada y rebasada por las exigencias sutiles de Braulio. Cada quincena, cuando realizaba la contabilidad; los números rojos saltaban y le estallaba  en la cara, le embarraban las deudas y faltantes que sólo ella debía resolver. Así que aprendió, que a parte de trabajar en un turno de las siete am a las tres pm, debía conseguir más ingresos de otras formas.

La máquina de coser se volvió  su fiel aliada hasta entrada la madrugada, la preparación de rompope, cup cakes, crepas, dar clases por las tardes, diseñar e impartir cursos de verano y Navidad, ventas de comida, accesorios; así como llegar al punto de convertirse en empleada doméstica, trabajar en ferias, dar cursos. Todos y cada uno de sus trabajos, le enseñaron a cuidar cada uno de los ingresos; así como también a desear. Sí, desear saber qué se sentiría surtir un súper sin miedo, desear entrar a una tienda y seleccionar prendas que le gustaría comprar sin culpa, darles a sus hija lo necesario sin sentir que siempre les faltaba algo. El no avergonzarse por traer unos zapatos de moño negro estilo clásico de tacón ancho, el no sentir que gastaba mucho por comprar algunas prendas de segunda.

Enrique le hizo darse cuenta que sus zapatos negros no eran hermosos como ella los sentía. Aquel día en que caminaron juntos, cerca de unas oficinas de gobierno; le hizo notar que  eran anticuados. Julia sólo hubiera deseado retroceder el tiempo y no haber llegado aquel día. Éso era ella, así era su vida, vestimentas gastadas y zapatos pasados de moda. Así era ella para él. Insuficiente. Llegó a pensar que quizá por ello, nunca estaría con ella. Quién anda del brazo con quien no parece que es hermosa a su lado?

Ahí, sentada en su consultorio observando sus stilettos color negro, sólo suspira. Cierra sus ojos y levanta los brazos. Percibe con su alma el alcance que han tenido, los esfuerzos de los últimos años; la asistencia congresos, los cursos, los diplomados, la maestría; los desvelos, el cansancio, la lucha por ser alguien más y no una maestrita como ella se decía. El ser suficiente. El poder elegir sus prendas de vestir lejos de la ropa usada, comprar zapatos que vayan más con un estilo que la apene menos, el llenar un carrito de mandado sin llevar la cuenta en la cabeza como contadora obstinada; sin embargo, siente que le falta algo. Es quizá poder dejar el trabajo que no le llena. Dedicarse por completo a lo que la apasiona o quizá tomar sus maletas y casa de campaña e irse en su camioneta como lo sueña,  llenar su vacío de alguna forma que no se ha atrevido.

Por el momento, así dejará las cosas. Sin huidas, sin descanso, si piropos por sus zapatos, sin acampadas, sin lunas, sin mar, sin aventura, sin...
















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