Lavanda


La noche se ha calmado, todo parece que puede sólo permanecer en silencio por un tiempo.

Ya no es necesario hablar de alguien o algo en particular. 

El baúl de madera que Julia tiene desde que era adolescente, ha resguardado por dos décadas papeles pequeños enrollados atados con hilos de diferentes colores. Son pequeñas cartas que ella esperaba un día poder entregar.

Sin embargo, hoy los ha sacado de su refugio. Los desenvuelve y misteriosamente les dice una palabritas en secreto; que me es imposible escuchar.

Y una a una, después de este ritual, las deja caer sobre las brasas que arden en una tapadera metálica de galletas navideñas. Mezclados los trozos de copal con algo de salvia y lavanda seca.

Lleva varios meses cortando por las noches de luna llena,  ramitas de hojas delgaditas y flores olorosas de lavanda, sí. Debe ser que su jardinera favorita sacrifique por ella varios de sus tallos para dejar ir, quizá lo único físico que le tenía con miedo. El perfume que emana aquél fuego la envuelve y deja sentir una tranquilidad que era necesario que llegara.

En ese baúl refugió por años sus deseos más profundos. No eran para alguien es especial, empero, sí estaban escritos con sueños de unas frases que esperaba que llenaran su alma. Pero el tiempo se ha terminado.

Ya ni siquiera es necesario saber qué se añejó en ese pequeño espacio sombrío. No es importante ya 

Las llamas pequeñas se comen cada uno de sus papeletas... Y yo la admiro silenciosa.

Que sea feliz, pido con fervor.

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