Sin valor
Pareciera que el tiempo ha transcurrido sin ponerse a pensar en Julia; los días no se detienen a observar dónde está parada, con quién habla, con quién sueña, a quién anhela. por quién pierde la cordura. Sólo avanza y no nota la sombra que se queda inmóvil entre los autos. No la toca siquiera.
Ella, la mayoría de las veces supone que los días le alcanzarán para encontrarlo un día por casualidad, sin embargo; los demás días, sabe en su interior, que sus almas son totalmente ajenas, que ha sido tan breve el tiempo de compartir, que todo se ha estado difuminando a lo largo de los años hasta perderse en el blanco de las nubes.
Julia y su sombra tiemblan de frío en las escaleras, han dejado el abrigo sobre el sillón del consultorio. La noche empieza a amenazar con llegar de golpe y en silencio. Me encantaría decirles que aquella canción que suena a lo lejos es lo más cercano al calor de sus manos; pero es inútil, ya no me escuchan. Se mantienen en la nada, parecen tiempos paralelos. Si tan sólo pudieran escuchar un murmullo mío, sabrían que es el día en que tanto temían llegar; ese día, en que todo debe terminar. Pero aunque les deje una nota sobre el escritorio o un recado con los romeros del patio trasero, es imposible que sean sensatas.
Es más, yo misma no creo tener el suficiente valor para cortar las raquíticas esperanzas que las sostienen. Quisiera decirles que Enrique jamás hará ni un mínimo esfuerzo por hablarnos, por ser un amigo, un suspiro. Pero me contengo, quizá un día tengamos el valor todas. Yo, de decirles la verdad, ellas de despertar y bajar de la escalera e irnos juntas.
Las dejaré con la ilusión por unos minutos más, antes de la muerte súbita de su sueño insulso.
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