En la pieza de "Enmedio"
Me siento avergonzada, esta sensación de querer desaparecer por no poder entender que los demás no sienten, piensan como yo; es, una y otra vez, desalentadora. Han pasado muchas cosas desde aquella tarde en la casa de la abuela. Los años han sucedido y se supondría que las circunstancias deberían no repetirse en estos casos.
Pero se repiten para recordarme que ahí está un dolor de rechazo, que aún no acaba, que busco solucionar de maneras irresponsables conmigo, absurdas, conflictivas, dolorosas y arriesgadas; el que me quieran, el que me vean suficiente, el que me vean simplemente. Porque yo sigo sin verme, sin sentirme, sin ser suficiente para mí misma y me la paso buscando serlo. Resulta lastimoso querer ser todo éso y no sentirme así en la mayoría de los casos.
Aquella tarde de verano, el pavimento de la calle estaba mojado, la lluvia había dejado todo su sentimiento por las aceras, por los prados vecinos. Todos los primos estaban de un lado a otro por el pasillo de la casa grande. Venían con bullicioso andar y salían en pequeños grupos. Mientras yo, de 12 años, sentía partir mi corazón en dos. Mi vida frágil parecía terminar en aquel verano del ochenta y nueve. Estaba enamorada y lo resumía en un tratar de abrir y cerrar de una hebilla de cinturón que él había olvidado en la pieza de "enmedio". Desesperada por no poder resolver que me amara como yo a él y no poder abrir y cerrar aquél objeto, las lágrimas perdidas comenzaron a rodar por mi redondas mejillas. Era mi primo, el dolor y la culpa se combinaron aquel día.
Sí, me había enamorado desde que tenía uso de razón, amaba su sonrisa en tono grave, sus rizos negros y su piel morena. Su ternura cuando me hablaba, el roce de sus manos en mis piernas desnudas por la ropita de niña. Sentía que él sentía algo por mí, mi alma no podría engañarme de esa forma. Seguramente él me ama, tanto como yo. Tanto como yo a todos los que sucedieron la lista y que nadie quedó sin tache final. Porque al final, se han ido todos.
Entró por esa puerta metálica que aún sueño, que aún mis recuerdos rechinan con ella, con ventanas transparentes en la parte superior; él hizo lo que ninguna luz lograba ambientar en esa pieza lúgubre. Iluminó mis ojos al verle. Ese reconocido golpe en el estómago que con Enrique fue tan fuerte, que con Alan y Paulo, quizá; ahí, fuerte... Aniquilante.
Se sentó a mi lado y me enseñó a abrir la hebilla del cinturón; que era de él. Sostuvo mis manos; mientas en la puerta estaba ella, Mi prima mayor. Ella que había sido mi nana de bebé hasta los cinco años; quién se estaba acostando con él!
Este secreto mi ser lo supo después de unos meses
Ella aguardaba, serena, a qué él me dijera que me quería también. Con mis manos entre las suyas, pasaron los minutos y yo, me enamoré más. Mientras quería que el tiempo no pasara.
Después de unos momentos, se levantó y se acercó a ella; sonrieron y supe de manera inocente que yo no había sido suficiente.
Y sigo sintiendo lo mismo hoy, avergonzada, por seguir buscando serlo, rogando atención.
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