Secretos

Guardar un secreto; es lo que aprendí desde niña.
Para mí ha sido fácil hacerlo, y más, porque ello ha representado muchas veces, salvaguardarme de los demás, o de mi YO moralista, aterrizado en la realidad.
Mantener silencio me permite, resguardar lo que quiero callar para mí. Llenarlo de fantasía, de ilusión. Crear más historias a ese "secreto". 
Recuerdo haber creado historias, como muchos niños; representadas en mis muñecos. Yo era parte de esas vocecillas, y esas voces me daban vida en la historia de amor infantil. Robert, entonces, tomaba forma, tenía un espacio en un mundo, en mí mundo... sólo para mí. Tenía una voz, ideas, frases y algunas veces cariños para mí.
En esas representaciones tenía, todo a mi favor. No existía el miedo, no tenía edad y Robert, atendía mis palabras. Existíamos en un tiempo real,  satisfacía mis ilusiones y por mi cuerpo corrían sensaciones tan desconocidas como gratificantes.
Esa figura delgada, con una piel tersa, voz penetrante y grave; que pueden ejercer transporte en el tiempo, incluso en la actualidad. Sus manos gruesas y fuertes, y ese cabello, que  tenía unos rizos negros que caían sobre su frente, lo hacían parecer más tierno de lo cotidiano,  su mirada, esos ojos, que cuando me miraban, me hacían sentir como en un tornado, provocado por algodones de azúcar... dieron origen al prototipo de hombre que me llevó al desgarro de la moral, de mi personalidad, de mi alma entera. 
Muchas veces he soñado con él, desde niña; habita en mis sueños; y aún, secretamente, sonrío al recordar el sueño de la noche anterior. Sólo que cuando lo soñaba de niña o adolescente, cerraba los ojos para que no se escaparan  las imágenes y el olor a culpa me envolvía más y más.
Ahora, cuando me visita en los sueños, pretende recordarme lo mala que fui, encontrándose con la novedad, de que, aunque sigo cerrando los ojos, lo hago para disfrutar lo soñado. Julia Eskarra niña, disfruta y me permite perdonarme. La dejo que lo toque, que lo bese y lo ame, sin tanta culpa.

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