Hasta los cabellos
Los días han transcurrido para Julia Eskarra, tan lentos y sombríos. La realidad se tiene que vivir, aún cuando no reconozco ni un ápice de mi consciencia y mi alegría.
Despedirme aquél día, sin decir una palabra; fue quizá un error más. Sin embargo; ahora reconozco que debí cerrar aquel episodio de mi adolescencia. Debí decir "adiós", adiós a las sensaciones, adiós a los deseos, adiós a mi imaginación e ilusiones, por esa imagen y amor infantil. Pero me salí derramando pena, desbordando angustia e incertidumbre, se me quedó el amor y me llevé la pérdida de identidad y el asco por mis sensaciones.
Porqué sentir asco por una parte de mí. Así viví muchas veces. La culpa carcome, agusana, apesta.
Mis días de candor habían terminado, en la familia mucha gente me quería; tíos, primos, mis padres y hermana. Hasta que la verdad asomó su pésima cara.
No sé aún, si habría sido mejor que nadie supiera lo acontecido y vivir con esta carga durante toda mi vida o lo que en realidad sucedió. Aquella catástrofe familiar, donde tantas palabras fueron las más lastimeras de mi vida, donde la gente se sintió con el derecho de llamarme de tantas formas, que a veces siguen doliendo.
Sigo sin reconocer la temporada, estación, o mes del año, en que sucedió todo. Mi madre tenía tiempo que notaba algo en Julia Eskarra, sobras en sus sonrisas y dolor en sus palabras, quizá; no recuerdo, ni me he atrevido a tocar el tema en casa. Ella logró llevarme al límite de mis secretos y no pude más. Las frases salían de manera aventurada y desfigurada, no lograba hilar las ideas y lo único que mi mente dejó claro, fue que lo besé. Sí!!! a mi primo. Al fin descansaba mi ser, 8 años de cargar con ese pecado. A mis trece años parecía caerse el mundo.
Mis padres estallaron en reclamos, mis tíos en ofensas y burlas. Ojos acusadores y nadie se preguntaba si realmente era tan grave para dejar una huella indeleble en mi alma.
Puta me llamaron por primera vez, personajes con piedras como palabras, hierro incandescente calentaban en las mesas de las reuniones familiares, comentarios humillantes en los pasillos. Otros callaban solamente y más de alguno me miraba con compasión, pero nadie se preguntó por mí; o al menos así lo viví yo.
Hundida en lo mundano, en las injurias, batida de fango hasta los cabellos; difícilmente salir de ahí. Por primera vez desee correr y desaparecer.
Ha sido un placer conocerte. Eres mar. Dejo aquí como ofrenda un suspiro
ResponderBorrar