Suspendido en el trayecto

Aquella tarde se desvanecía en las nubes, algunos rayos de Sol se perdían entre la espesura del gris y el blanco, como la espuma del mar en el cielo.
El aire con olor a tierra mojada a penas se quedaba suspendido en el trayecto a verte. Respiraba una y otra vez, cada aspiración sonaba a disturbios de los recuerdos y la incertidumbre; mi mente se concentraba sólo en calmar mi aliento, en tener el tono de voz adecuado para poder decir "hola", sin sonar agitada o nerviosa. Pensaba en que no hacía tanto que había caído a la cuenta, que, te había perdonado todo; y por azares del destino volvía a saber de ti. No podía imaginar cómo sería verte de nuevo, si tus cabellos se sentirían igual, si tu voz podría decir tantas cosas. ¿Qué has hecho de tu vida?, no sabía nada, esa era la realidad.
La cita había sido en un lugar público, donde parecería casual; el jazz se escuchaba en aquella tienda departamental. Sólo los colores otoñales de la nueva temporada por venir, se notaban en los pasillos; y con un golpe en el estómago se hizo sonar el timbre del celular. Tu voz varonil y nerviosa, preguntaba dónde estaba; y sin sentir, apareciste.
Un ser distinto al que recordaba me observó después de dieciséis años, a través de unos anteojos  que no eran parte de ti. Tus ojos recorrían sin disimulo mi rostro, parecían decir tantas cosas... y de improviso tus brazos rodearon mi cuerpo, en un abrazo largo y silencioso, las células de nuestros cuerpos se dijeron secretos de antaño. Nuestros ojos se cerraron para guardar las sensaciones para la eternidad; qué bien se sentía, qué intimidad se conjugaba; te amé tanto y ahí estabas.
Preguntabas cosas sin orden ni lógica, querías saber tantas cosas de mi vida. Perdernos uno del otro, había sido una aventura, vivimos tantas cosas separados, el tiempo volvía a aparecer entre nosotros. Ambos estábamos casados ahora, miembros de dinámicas familiares totalmente distintas; nada nos unía ahora, nada en común, sólo una historia de amor adolescente, sólo eso compartíamos.
En un instante el silencio se hizo presente, la prudencia de los años, nos callaba. El corazón parecía que escapaba por mis ojos, por mis manos corrían descargas de electricidad y el aire entraba de a poco a mis pulmones, sólo el indispensable para no desmayarme. Durante muchos años después de que te fuiste, anhelaba un segundo de esos, un momento para volver a saber de ti. 
Pretendía parecer segura de las palabras, de mi vida; era feliz, estaba satisfecha de lo que había vivido hasta ese día; mi boca detenía cualquier intento de mi alma al evocar nostalgia. Eso no estaba en el plan para verte. Así, que sólo hablé del presente; mientras que tu mente te traicionaba y dejaba escapar ansiedad y emoción por el momento. Me sentía más fuerte que tú;  qué gusto me daba, sentirte así. Al fin, mi revancha estaba en bandeja de plata.
Un breve encuentro bastó para dejar  más cosas inconclusas. Que equivocada estaba, las cosas no se pueden predecir del todo; el alma traiciona y la espera guardada apuñala por la espalda.

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