Julia es...

Julia Eskarra es ahora una persona distinta, jamás seré la de hace siete años. Esa Julia se la llevó el viento y la arrasaron las olas del mar crecido. La infidelidad cambió mi rostro, se desfiguró mi memoria y mis anhelos los dejé bajo las rocas de nuestro viaje.

Enrique se convirtió en mi locura, en un tormento imposible, no se puede vivir con ese recuerdo tantos días.
Aquella tarde, después de verlo por primera vez en el centro comercial; manejé hasta casa, con la certeza de que era, aquella la primera y única vez que lo vería en mi vida. No podía dejar entrar a Enrique, a qué; no tenía sentido, siquiera seguir pensando en él. Mi vida era estable, segura, un refugio que había construido a base de perfección.
Los semáforos parecían demorar tanto, que me permitían pensar en cada uno de los diálogos que habíamos sostenido minutos antes, mi cabeza no lograba dejarlos lejos, fuera del auto; hubiera deseado que durara más la charla, que me explicaras porqué no me amaste como yo a tí, porqué la retirada a mis diecisiete años. Sólo podía contemplar tu rostro en mi memoria y observar como lograbas entrar tan profundo de mi alma, y quedarte ahí. Detesté los altos en las calles, odié los topes en las esquinas, sólo quería llegar a casa y olvidarlo otra vez. Volver a mi rutina con mis dos hijas y mi esposo amoroso, que me esperaba en casa. 
Al subir las escaleras, el latido de mi corazón parecía gritar dentro de la casa, que había visto a Enrique, la falta de aliento no permitía que mis palabras siguieran la conversación habitual. Mi compañero de vida, preguntaba detalles de mi salida, color de la chamarra que buscaba, el tránsito, la gente, el clima; y mi mente volátil estaba más lejos de casa de lo que hubiera querido.
En ese momento, sonó mi celular, era Enrique; sólo para preguntar si había llegado a casa; quién pregunta éso, después de tantos años de ausencia, ahora la importancia de un examor, sonaba al timbrazo. Tuve que retirarme de la familia y contestar, sí, nerviosa y sin sentido.
Así fueron tantas cosas a partir de ése momento.
Enrique se dio cuenta al instante de que estaba con Braulio, me preguntó: 
- Ya estás en casa?
- Sí- respondí.
- Te marco luego- fue lo último que escuché y un tono de llamada finalizada.
Ese fin de semana se pronunció inestable, una molestia conmigo misma, una desesperación por hablar nuevamente con él, era una efervescencia en mi sangre y de la que no podía hablar con nadie. Y tampoco, quería que nadie me hablara, que ni una sola palabra irrumpiera mi imaginación; donde un encuentro tenía lugar y la vida se volcara en una total locura, sin importar nada.
Mi mente buscaba los mejores espacios para encontrarnos, campo, ciudad, en la nada era el mejor espacio para besarnos y abrazarnos con los años de por medio, con la espera desbordada. Pero fue mejor que eso.

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