El único camino
Regresar a casa después de lo acontecido aquella tarde, no fue fácil. Hubiera querido desaparecer en la bruma del campo, en el humus que colgaba de los pinos o quedarme encapsulada en las gotas de la lluvia; pero regresé, con la cara percudida de sensaciones inestables.
Enrique me había dejado donde me recogió, había oscurecido ya. La ciudad había cambiado su tonalidad, el olor a lluvia impregnaba mi ropa; aquél suéter tipo crop había soltado su forma y parecía sólo un trozo de lana mal tejida sobre mi torso. Mi cabello escurría en mis hombros y sobre mis pestañas descansaban algunas gotas confundidas con algunas lágrimas. ¿Qué estaba haciendo?
No lo sabía en ese momento, todo lo que vendría después de un tiempo; he aprendido que, así como es Julia Eskarra, muchas veces; aún cuando esté consciente de que tomando ciertos senderos que no llevan a ningún lado, los sigue tomando. Cómo le llamamos a ésto?
El camino fue largo aquella noche, parecía que no llegaría nunca a casa. Estaba confundida; es posible que llegue un timador a mi vida y se la pose en bandeja de oro?, qué diablos!
Confundida caminaba, parecía que mis pasos sólo se obedecían entre ellos. Una autómata entre las sombras y bajo la lluvia. No quería llegar a casa, no deseaba olvidar sus besos en la plática familiar, necesitaba mantenerlos frescos y cálidos. Aunque la culpa calcinaba mi interior, me mantenía helada.
Si tan sólo hubiera sido posible quitarme esas ropas en medio de la calle, para borrar su olor, lo hubiera hecho. Así, como cuando sueño que voy sin ropa en medio de la multitud y nadie observa. Así hubiera sido mejor, aunque todos hubieran visto mi desnudez y me hubieran juzgado, todos aquellos desconocidos. Quizá serían más benevolentes que yo.
No creo saber jamás lo que hubo del otro lado. Ni si quedó algún rastro de mí en la camioneta, o en su memoria, ni por cuánto tiempo. Para mis recuerdos, aquella noche y las que siguieron bajé con todo y equipaje, con mi olor y calor. Porque al fin como es lo de esperar, mi esencia iba conmigo y no lo sabía.
Antes de subir con Enrique aquella tarde, todos esos años anteriores; permanecí acallada. Jullia Eskarra ya no era ella misma, olvidó mirarse al espejo y ver lo linda que podría verse, olvidó detenerse a observar su cuerpo. Olvidó el alcance de sus sueños, y creyó que alguien más podría quitar esa cortina que detenía su ser. Ese poder le fue otorgado a Enrique en aquella tarde y él lo ignoraba.
Ahora después de siete años, contando luces, sombras, olvidos e historias; siento que no había más camino que ése. Cerrar una historia adolescente y construir un amorío adulto; qué aberración.
Y aún después de ese tiempo, mi respiración es detenida, mi corazón carece de ritmo; y este escrito, me hace sentir tantas cosas, que detiene por segundos mi realidad.
Más tarde de camino a casa, la carretera que transito, dejará aquí en este espacio, en este horario, mi pecho detenido, mis añoranzas y continuaré mi vida. Aquí se mantienen en estas teclas y en la música de piano tristón, esta historia; hasta que pueda de nuevo estar a solas y traer a la Julia puta e infiel de antaño, con sus batallas y risas perdidas.
Comentarios
Publicar un comentario