Suficiente

Los días transcurrían extraños iluminados con luces de colores que no podía reconocer, se escondían en las rendijas de la puerta, salían sin avisar  de la alacena; y, ni el olor a caoba recién lustrada atrapaba las partículas de esas luces.
Amaba mi hogar, mi reflejo aparecía en cada esquina, en el jarrón de la mesa, en la taza color verde que posaba sobre la tarja, dejando dentro la blanca espuma, en las traslúcidas cortinas de gasa que pendían,  dejando entrar los tibios rayos del  Sol. Yo había colocado cada una de aquellas cosas; la simetría de los cuadros que colgaban de las paredes  y la laja  recién lavada, que cobijaba la escalera de nuestra casa; expiraban mi perfeccionismo.
Todos estos años mi refugio fue mi hogar y así fui feliz.
Podía observar todos los detalles de mi todo y darme cuenta con tristeza que ya no eran todo. Cómo pasa de ser mi todo a comprender que a Julia Eskarra le falta algo. Una parte importante de mi identidad estaba nublada con el vapor de la secadora y desteñida entre las.  ropas. Al reencontrarme con Enrique me pude ver como era, como andaba por la vida, sin darme cuenta; un tanto incompleta. Quería mi ser entero, y pensaba que al lado de aquel amor podría recuperarme. 
Así que con más vehemencia me aferraba a él, me buscaba entre su cabello negro y hurgaba dentro de su voz. Trataba de ignorar a Braulio para no dejarme atrás.
Las discusiones se tornaron más intensas y frecuentes. Braulio se molestaba de todo, su tolerancia y tranquilidad estaba al borde y mi frustración y confusión, hacían los días intolerables. Me duele profundamente recordar una ocasión donde discutíamos a gritos por la casa, sin detenernos ante nada y ver a mi hija mayor tapar los oídos de mi hija menor. Qué daño, qué asco, qué todo.
Sabía que no podía seguir así, provocando dolor a todos, que culpa tan grande. Que egoísmo recorría mi ser. Prefería estar sola, que Braulio no me amara más, para no sentirme tan miserable. Muchos días por la mañana llegué al trabajo con los ojos hinchados de llorar, deseaba desaparecer.  Braulio sentía que las cosas no estaban bien conmigo y todo empeoraba en casa. Mientras Enrique continuaba con su vida habitual. Qué rencor tan grande crecía en mi por eso. El que Enrique no me amara lo suficiente para botar su vida como yo, me hacía tanto ruido que me mantenía enojada.
Ser suficiente? Ser suficiente para qué o para quién? Tendría que ser suficiente para mí, tendría que ser suficiente ser yo misma; independientemente si para los demás es así o no.

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