Sin magia

El callejón oscuro parecía detener el tiempo, y si hubiera sido posible nos hubiera trasportado a una época distinta. A una donde nadie nos conociera, donde los minutos no avanzaran y la culpa no existiera. Pero aquel espacio carecía de magia, era tan común como cada uno de aquellos artefactos mecánicos que estaban guardados en él.

Las palabras comenzaron a fluir, siempre tuvimos de qué hablar. Creo que ahora, en algunos momentos, es algo que extraño de él. Habían pasado algunos meses desde que había partido aquella noche. Las preguntas y dudas estaban a flor de piel en cada uno de nosotros, sin embargo, más en él que en mí. Enrique con frecuencia había tratado de contactarme y yo me había negado a verlo  y a hablarle.
Se mostraba algo extraño, distante; yo por mi parte, me sentía nerviosa, deseaba regresar a casa y que este instante desapareciera. Pero ahí estaba, como muchas veces, en esa batalla entre mi moral y el despilfarro de mi dignidad.
Comenzamos a charlar sobre lo que habíamos hecho en esos meses de nuestras vidas, me comentaba una y otra vez lo mal que lo había pasado sin mí. Yo por mi parte no comprendía sus frases; recordaba aquella noche y su rostro me decía que para él había sido un respiro aquel adiós.
Así se lo externé y su molestia fue en aumento, la impotencia de no creer sus palabras, lo hizo tomar el teléfono y marcarle a quién sabe Dios quien; para preguntarle lo siguiente:
- Hola- habló seriamente por teléfono, Enrique.
- ¿Recuerdas cuando te he marcado llorando por Julia?, ¿todo lo que te he hablado de ella?, ¿así como cuando he llegado a tu casa desecho de dolor? Seguía preguntando por teléfono a su misteriosa amiga.
Vagamente se escuchaba decir a una mujer, con voz un tanto grave, la palabra "sí", una y otra vez.
Enrique, parecía calmarse poco a poco, después de que su testigo aparecía por el otro lado del auricular, sus ojos se había rasado y su voz dejaba de entrecortarse al hablar. Cuando le pareció suficiente para él, cortó la comunicación. Una vez terminada la llamada, me di cuenta que no la había pasado como yo; ni siquiera como remotamente  lo había creído. O al menos eso parecía. Cómo explicas que Julia Eskarra había logrado estar mejor que él?. Que Julia se había tragado su ego y había continuado con su vida lo mejor que se lo permitían sus fuerzas. Y que si no hubiese sido, porque él la buscaba, muy probablemente hubiera olvidado por completo a Enrique.
Braulio había llenado mis vacíos y mis hijas me recordaron lo hermoso que tenía en casa. Me sentí incómoda en decir aquella verdad, un poco de culpa por haber sido feliz y tranquila meses atrás. Pero así había resultado la primera despedida.
Traté de no seguir hablando sobre el tema de mi relación con mi esposo y preferí hablar sobre el hecho que Enrique seguía y seguiría viviendo al lado de su mujer aunque, él juraba que no la amaba; y que si no la abandonaba, era por el hecho de que ella ganaba lo suficiente como para no desestabilizar su economía. Un día, recuerdo, que me preguntó muy molesto:
- ¿Acaso tú ganas "x" cantidad?, entonces no puedes pedirme que me aleje de ella. 
Con este comentario, me llovían las preguntas, ¿entonces no cuesto o valgo lo que creo?
Las cosas, en casos de infidelidad son tan rebuscadas que dan náuseas al tratar de acomodarlas en su lugar de una a una. No es posible, la madeja habrá perdido la punta y no podremos desentrañar el origen y la realidad; ya que son realidades plagadas de ciencia ficción y mentiras.
Aquella noche en el callejón, de mi parte, sólo me disculpé; sí, por no haber dicho la verdad en cada situación.  Varias veces, le había dicho que Braulio se había puesto agresivo, que me sujetaba con tal fuerza que me aparecían moretones en las piernas o brazos, que era cruel y tenía un temperamento incontenible. Y si bien, Braulio no es un personaje propiamente tranquilo en su totalidad, tampoco es aquel monstruo que le dibujaba a pinceladas a Enrique.
Cómo es posible que Julia, ama de casa engañe a Braulio que es amor y bondad. Mi mente desesperada por no encontrar una justificación para mi pecado;  dibujé a Braulio como una persona con celotipia, con problemas de ira. Así que aquella noche era perfecta para develar mis mentiras. Braulio, no era sino un hombre normalmente celoso, molesto, sí, muchas veces por mi indiferencia y lejanía. Muchas veces, en mi inestabilidad emocional, me preguntaba, cómo alguien normal puede perdonar así una infidelidad de una manera tan rápida?. Ahora, después de algunos años, sé que el secreto de Braulio da respuesta a muchas de mis preguntas y hubiera evitado largas noches de tormenta y remordimientos de mi parte.
Me desnudé frente a Enrique y le confesé todo, mis engaños; las tantas veces que Braulio se había quedado en casa a dormir, cuando yo le decía que nada había entre nosotros ya. También mis engaños para hacer que me dijera la verdad de la relación de él con su mujer. Enrique, desencajado, sólo permanecía callado. El silencio y los minutos se hicieron cómplices y me enfrentaron. Me sentía incómoda y las palabras se me habían terminado, así que decidí despedirme de él. Dejarle ahí en aquel lugar sombrío y olvidado.
De pronto me vino a la cabeza, el porqué estaba ahí, y no lograba orientarme, desconocía la razón. Enrique molesto, bajó del auto sin decir nada; y yo, regresé a mi hogar.
Aquella noche, descansé.

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