La llamada
Hace mucho que no tenía dolor de estómago al escribir sobre lo mismo. Es una sensación que no reconozco en mi cuerpo. Mi torrente sanguíneo, aún no está estable. Han pasado tantas imágenes en mi mente y tantos recuerdos que es difícil separarlos y retomar donde era posible que esta historia terminara por completo. Pero parece que no se ha detenido aún. Avanza de manera vertiginosa y avasallante por el tiempo y el espacio, tejiendo nuevas versiones de los recuerdos escritos en estas historias y letras.
Han llegado a la cabeza y se han apropiado de los segundos, de mis segundos de vida, en estos últimos días del año. Y he dejado que estos recuerdos lleguen y se quieran instalar nuevas versiones. Ya no estoy peleada con ellos, los he dejado poco a poco tomarme por sorpresa; aún cuando he escuchado sus pequeños pasos tras los mío.
- Vengan, estoy dispuesta a sentir, a recordar de distinta manera, sin enojo; como vengan.
Se lo murmuré entre sonatas clásicas, entre el viento de diciembre y viendo de frente el callejón donde memoricé milímetro a milímetro a Enrique hace algunos años.
Cuando alzaba la mirada y ponía sus manos como pidiendo una señal al cielo. Hoy recordé el hueco que se forma en la palma de sus manos cuando habla de manera vertiginosa para explicarme el mundo una vez más.
Ayer llegó un mensaje de Enrique a mi teléfono. Había mandado uno, yo hace más de un mes. Cuando escribía algo sobre él. Pero no contestó. Me sentí irritada y decidí hace a penas dos semanas, jamás volver a abrir ninguno de sus mensajes. Pero no pude. Nunca he resistido saber qué tiene que decirme y quedarme callada; en mi mente habitan tantas cosas que puedo responder; sin embargo, últimamente no puedo responder con una negativa.
Y así fue la conversación, un saludo de mano apareció, en seguida:
- Hola, cómo estás? - preguntaba Enrique desde algún punto de la ciudad o en otro estado. no lo sabía aún.
Continuó:
- No sé si creas en las renovaciones anuales, yo no. Pero, es común que la gente hipócrita de buenos deseos en estas fechas y, así que ahí van. Que superes cualquier pendejo, que superes cualquier idiotez, y que sigas tan fuerte o más como hasta hoy. Te mando un gran abrazo. Feliz año.
Mi estómago cambió de posición y se encogió. No sabía si ésto sonaba a un adiós, no quiero saber más de ti y si le respondía, no estaba en ánimos de recibir alguna respuesta cortante de su parte.
Días atrás, precisamente un pendejo nuevo, me lastimó con una idiotez. Así que no tenía reservas de resiliencia para algo que me hiciera sentir vulnerable.
Abría la pantalla y no podía responder, la cerraba y daba vueltas mientras hacía la maleta para volver a mis vacaciones, después de que me realizaron unos estudios. Tomaba mis manos y poco a poco se volvían frías. Anhelaba tanto un mensaje de Enrique, que ahora que esta ahí, no sabía que hacer con él.
Así que, respondí:
- Gracias, ya superé a tres pendejos este año. Sólo me falta superar una idiotez. Yo te mando tres abrazos y feliz año para ti también.
- Tres??, pues, los coleccionas o qué? Texteó Enrique.
No podía responder, que este año me sentía librada de su recuerdo, del recuerdo de Braulio y de Ernesto. Me estaba sintiendo ligera y libre. Sin sus recuerdos y su amor. Ya era otra. Hasta ese momento.
- Dos estaban rezagados. - Respondí entre líneas.
Aunque ni Enrique ni Braulio me parecen unos pendejos.Pero sí caminaba a diario con el recuerdo de ambos en diferentes perspectivas. A Braulio con un cariño de cordialidad y compañerismo y a Enrique con el recuerdo de un amor desbordante y desequilibrado.
- Uno es accidente, dos es, bueno, ok. Tres ya es un no mames, otra vez?- Respondió Enrique entre emoticones de risa.
- Son diferentes tipos- aclaré, rápidamente.
Vagaron las palabras y de pronto:
- Eres un excelente recuerdo, en múltiples etapas. Hoy desconozco cómo eres. No te puedo juzgar. Sólo sé que, cuando tu parte de recuerdo y mi parte del recuerdo se encuentran, podemos ser afables.-
No podía recordar la definición de afable en mi mente. Me sonaba a afines. No le quise preguntar, mi ego me dictaba lo contrario. Y si se reía como a veces lo hacía. No podría con éso. No tenía calma. Busqué la definición en línea, pero mi paciencia se estaba agotando, no estaba segura de qué tipo de conversación deseaba y yo sólo deseaba escuchar cosas amables de su parte. Un poco de calidez de su parte estaba bien para aquél día. Así que respondí, como muchas veces. Defendiéndome.
- No puedo recordar si se puede tener una conversación en serio contigo. En realidad no recuerdo. Mi esencia es la misma. Sólo que ahora, con menos dolor guardado. Y me he perdonado. Trato de vivir el momento y ser feliz con poco. Con lo que tengo entre manos solamente. Y no me interesan los objetivos que antes tenía. Tengo sueños distintos y estoy trabajando por ellos.
- ¿Cuáles son hoy? - Respondió Enrique.
Mi vista reafirmó el mensaje una y otra vez. ¿Enrique preguntando de manera serena por mis ideales?. No lo concebía. Me sonaba un tanto a Ernesto. Pero no con la misma intensidad ni importancia que tenía la pregunta de Enrique; Enrique, era él, sus recuerdos de más de 30 años.
Respondí:
- Antes quería que llegaran en un instante, ahora trabajo por ellos y disfruto mientras llegan. Hoy deseo ser terapeuta e irme a vivir a otro lugar en algunos años. Por ello estoy estudiando. Mientras pasa el tiempo, disfruto el estudio, mis hijas, mi soledad y las compañías que llegan y se van, como tiene que ser. Ya no deseo que llegue alguien como era mi estereotipo de hombre, y éso me hace muy feliz. Porque puedo disfrutar de otras cosas que no sabía que podía tener en mi vida.- Obviamente el estereotipo es él. Pero no deseaba que lo supiera en ese momento.
- Qué padre!- Respondió.
Mi mente dejó que mi corazón hablara sin restricciones y sin filtros. Nunca sabemos cuándo será el último momento de nuestras vidas, así que decidí, sólo sentir.
- Gracias- comenté- Por haber hablado conmigo, en estas etapas que viví de este año tan difícil. Gracias a ello pude avanzar, perdonarme y saber que valgo. Por aguantar mis palabras dulces y amargas. Y sí, al parecer cuando nuestros recuerdos se encuentran, nosotros también, pero sólo la parte linda. Ojalá algún día te lo pueda decir en persona.
Su respuesta estaba camuflada de chiste y al parecer sin una dirección:
-Me vas a mentar la madre, o qué?- Texteó.
No quería seguir en la dinámica de las adivinanzas, quería escuchar ciertas cosas, pero no las leía aún.
- No, ya lo superé- Respondí.
- ¿Pues qué soy un juego?
- Superé el enojo con esos recuerdos, no eras un juego, te amé muchísimo.- No deseaba abrirme por completo, no nuevamente.
-El amor no se supera-, respondió, - ese es un sentimiento que se lleva siempre, que se aprenda a vivir con ello es otra cosa.
- El enojo sí.- Contesté rápidamente y sin pensar. De inmediato llegó una duda inminente. - Entonces, aún me amas?
El silencio llegó a la conversación. No sabía qué más decir. Sólo quería saber la verdad. Ya, así sin más fantasmas en la mente. Él y yo tan reales como cuando nos amábamos a escondidas.
Me sentí incómoda y respondí:
- No te paniquees, no correré a perseguirte, creo que ya me bloqueaste del miedo. Bueno, nos escribimos luego. Tengo que regresar a la casa de mis padres y me esperan dos horas de camino. Un abrazo.
Después de varios minutos. Enrique escribió, lo soñado, aquello que no había permitido dormir por varias noches, por lo que había llorado tanto.
- ¿Tú que crees?, - la respuesta a: -¿si aún me ama?-
-¿Vas a venir?- continuó.
- Sí, sólo he venido aquí por unos estudios, me la he pasado allá. Mis hijas se fueron con su papá, de viaje, todas las vacaciones. Me la paso haciendo cosas para distraerme. Camino, voy al cine y escribo en algún café.
-¿Qué escribes?- Escribió.
Sin embargo, sabe bien quién ocupa mi mente y a quién necesito desalojar de mi alma para poder amar de nuevo.
- Sobre ti, y, sobre mí.
- Soy maléfico, el papel, más emocionante de mi vida.- Agregó, con una carita de angustia.
- No, sólo que nos amamos en mal momento, quizá, quién sabe.
- Claro que no- rebatió. -Fue el momento justo.
La melancolía recorría mi ser, quería tenerlo cerca y decirle cuánto lamentaba aquella separación, estaba tan molesta con Braulio por sabotear con sus mentiras el amor más grande de mi vida.
-Imagina, si en dos años, fue así. En otros dos más sería un caos, somos súper intensos.-
En ese instante mencionó cuando en una ocasión estábamos en el bosque, amándonos de manera frenética a nuestros quince años; y la guardia llegó a separarnos. No podía creer que recordara éso. Yo lo había dejado en alguna parte de mi memoria que no dejaba traer ése y otros recuerdos.
Él al parecer, tiene la memoria de antaño más cercana que los recuerdos recientes. Afortunadamente para mí. Así no me podrá olvidar. No deseo que lo haga.
Me tenía que despedir, ya era hora de partir y textear y manejar no era posible.
- Sale, que tengas buen viaje. Te mando un abrazo. Perdón por ser un chiste de hombre, pero no le encuentro otra razón a la vida si no es estar feliz.
No podía creer lo que leía. ¿Chiste?, ¿él?. Jamás, ha sido la razón de mi existir durante mucho tiempo, mis páginas en blanco que quiero saturar de sus recuerdos y sonrisas torcidas; de caricias y memorias para la eternidad. ¿Un chiste? Fue el amor de mi vida.
Le envié un audio. Me despedía.
El mensaje de regreso, fue:
- Ufff, qué padre escuchar tu voz de nuevo.- Y se quedó sin palabras.
En el audio yo le daba las gracias nuevamente y le expresaba el gusto que me daban sus triunfos y logros de estos últimos años. A lo que respondió:
- No me va bien. Me deben dinero, el panorama no es bueno y la opción es mudarme a una playa.
Mi mente, viajó a su lado, una vez más. De nuevo se va. Y ahora más lejos. No por favor. Menos posibilidades de verle, aunque sea una vez más en la vida.
Agradeció la escucha y comentó:
- Hay cosas que nadie sabe de mí, y es raro que alguien escuche. Como dices en tus textos. Es complicado estar siempre de pie y hacerse el fuerte todos los días.- Concluyó.
Estaba leyendo a un personaje de carne y hueso y no estaba segura de querer seguir conversando con él. Estaba por olvidarle por completo, ya casi terminaba por dejarle en esta páginas y no saber más de el ser humano que amé y no el sarcástico personaje que me hería con frecuencia. Aquél, que con una frase o texto en un mensaje, me dejaba con un dolor en el pecho; que sólo él lograba colocar ahí, dentro, por muchos días. Mismas actitudes que me llevaron a querer olvidarlo años atrás. Temía que si seguía leyendo o escuchando su vulnerabilidad y transparencia, le pidiera me recibiera en su vida; en su corazón. Justo, cuando por fín, mis alas estaban a punto de emprender el vuelo.
- Siempre he estado aquí, y lo estaré. Eres el amor de mi vida.- ¡Por Dios! ¿qué acabo de decir?, y continuaron las palabras que no debían decirse. - Siempre te pienso y aún cuando he estado tan molesta, he deseado que logres lo que deseas, aunque sea lejos de mí.
Acto seguido me marcó por teléfono. Yo con mis maletas en la cajuela, mi bolso en el asiento del copiloto y mi corazón rondando alrededor mío, seguido de mi cerebro culpándolo por la estupidez que acaba de cometer.
Escucharlo, era lo que hubiera deseado hace muchos años. Hablamos por dos horas seguidas. Sonaba como cuando lo amé tanto. Así hablábamos, con frecuencia me decía que bajaría el móvil para evitar ser multado; y cuando pasaba el peligro, se reía y continuaba la charla. Así sucedió esta vez. Hablamos sobre el trabajo, sobre mis estudios; sobre algunos recuerdos. Sobre el amor que está destinado a ser. Había olvidado el frío o el hambre que sentía. Pude olvidar que el día anterior fue la primera vez que hice el amor con Alan. Lo dejé en algún punto de mi memoria para poder seguir con el sueño de años. Hablar con Enrique tierno, paciente, alegre; aquel que un día me amó y dice seguir amándome.
Comentarios
Publicar un comentario