¿A dónde?

Hace mucho que Julia no lograba tanta furia en su cuerpo e impotencia en su ser. Las tazas de la mesa azul, que reposa bajo el marco de la ventana en la cocina; fueron un blanco fácil para ella. Le recordaban la perfección que un día tintineaba en su hogar y que ahora se estaba evaporando con los rayos del Sol. Su llanto lleno de rabia y sus gemidos, la hicieron estallar y tomar cada una de las tazas y lanzarlas en el rincón de aquel lugar. Los cristales diminutos saltaron por los aires rozando uno a uno y en bandada por sus manos. Días antes, acababa de firmar una carta, en terapia; en la que se comprometía con su vida y la de los demás, así como con las cosas y vida circundante. ¿Dónde había dejado ese compromiso, si lo único que sentía en sus brazos desnudos era el dolor de unas marcas? No es posible controlar nada, más que el dolor que se puede sentir o ignorar, se puede controlar cuántos trastos rotos se tendrán al final del día, cuánto dolor se puede autoinflingir; pero no cuándo se dejará de llorar por lo terrible de los últimos acontecimientos. 
Sus hijas han tomado partido, y debido a lo delicado de Braulio, ellas lo ven vulnerable. Aunque ella esté hecha pedazos por dentro, éso no parece importar. No sabe cómo se juntan sus partes y se continua. Permaneció sentada en la tapa del excusado, con las luces apagadas y llorando, con todas las ganas de desparecer por la coladera, de ser invisible ante ella misma. Pensó en varias ocasiones el tomar su maleta y no volver. Pero a dónde se va cuando no se tiene nada, cuando las piernas no tiene fuerzas para caminar o cuando los ojos no logran reconocer nada, de tanto llanto.
No recuerda, qué es más infierno; los últimos años aparentando ser feliz al lado de Braulio o estos últimos dos meses en los que ha tenido que defender con uñas y dientes su libertad y el  perder a sus hijas. Esta situación la está agotando.
Quisiera que ellas la pudieran comprender como mujeres que son, pero ¿cómo le pides a tus hijas que te vean como mujer y no sólo como madre? Creo que éso por naturaleza es imposible. La nula posibilidad de ser reconocida con sus derechos y necesidades, la exaspera y le resta la poca energía que poseía. Anoche, estaba segura que no podría levantarse de la cama y presentarse al trabajo. Pero una ligera fuerza la sacó de su victimismo y la condujo a la ducha. Sollozó nuevamente, en varias ocasiones antes de partir. Su mañana transcurrió, entre el pensar cómo se resuelve toda una vida y resolver lo inmediato. Sin saber ninguna respuesta, aún. Así se quedan las cosas, mientras las fuerzas internas se reconstruyen y se sanan SOLAS.

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