Adiós Enrique

Que magia resulta de poder sentir que una persona ya no pertenece más a tu vida. Las personas que me conocen a profundidad, sabían que si hablaba de mi vida personal, en algún punto de la conversación podría resurgir el tema de Enrique. Enrique y su sombra. El fantasma de Enrique deseaba recobrar su ego en alguno de mis recuerdos, de mis sentidos. 
Pero después de la ultima conversación de hace un mes, el resultado fue liberador, y con ello una trascendencia a un amor fantástico y tórrido que dejó en muchos casos la devastación. Quizá en alguna de las siguientes partes de esta historia, de mí historia, de la historia y las letras de Julia Eskarra, logre aparecer como un ensueño o un mal sueño o su figura o su nombre; pero ya no como lo hacía antes, con aquella necesidad de volver a amarlo, de volver a saber de él, porque quizá hubo un pasaje que olvidé encajar en los apartados anteriores.


Pero hoy quiero escribir en primera persona, porque soy yo, quien por primera vez en 27 años, quien ya no lleva a cuestas a Enrique, quien por primera vez lo olvidó, quien por primera vez no anhela un encuentro casual o planeado, quien no quisiera que la busque. Ya no es necesario. No es necesario nada referente a él. 
No quería borrar la conversación que tenía en el móvil por la extraña sensación de querer escribir la última historia que versa sobre él. Habíamos hablado en breve los primeros días de enero, después de nuestro último y único en encuentro el fin del año. Pero, un buen día, acercándose la fecha de su cumpleaños, escribió algo así:
- Sabes? siempre que te leo, leo los traumas que tenemos y veo hasta dónde nos saboteamos tú y yo, de manera constante. Siempre te tuve envidia por tu familia, tan unida siempre, porque constantemente estaban al pendiente de ti. Que tu tez fuera blanca y te hubieras casado con alguien blanco. Que olieras a almendras, que siempre estabas limpia, que tu pelo siempre estuviera arreglado. Y pensaba, ¿no puedes tener algo mal?. Y absurdamente siempre pensé que eras algo más de lo que yo merecía. Eres y eras demasiado princesa. Amaba tu forma de fruncir la boca y que se te haga como puchero, y tus siempre bien controladas groserías. Nos saboteamos, porque pensamos cosas erradas uno del otro, erróneamente; ambos creemos no estar a la altura del otro, creemos y siempre creímos cosas diferentes.
Estas palabras, en aquel momento cimbraron mi existencia; por largo tiempo hubiera dado lo que fuera por leer algo así, pero en esos momentos de frío invierno, estando a un par de días de partir con Miguel, era aquello una fatídica idea. Mi respuesta fue visceral:
- Lamento profundamente como sucedieron las cosas, tus palabras han llenado de lágrimas mis ojos y odio sentirte tan lejos y que así permanecerá esta situación. Ojalá el destino nos hubiera llevado a otros rumbos, que todo hubiera sido diferente. Lo lamento. Por el momento mi vida está en ruinas, pero me esfuerzo por colocar un trozo a mi alma y ése pequeño logro diario, me da energía de colocar el siguiente. Disfruto cosas pequeñas, porque grandes, sólo tengo a mis hijas. Camino diario una hora en la madrugada, los fines de semana dos. Pero no está siendo fácil- respondí con pesar.
- Estudié lo que estudié, porque era decisión de ambos- mencionó, a lo que yo no comprendí, qué tenía que ver con lo que estábamos hablando.
- A veces, cuando me siento mal, pienso en ti y siento tu vida perfecta y me da rabia no ser parte, pero pienso que así tenía que ser- mis lágrimas se escurrían entre líneas.
- Mucho de lo que soy es por ti, para que cuando me encontraras, ser alguien que valiera la pena, es uno de mis traumas, sorry- texteó melancólicamente.
- Siempre has valido la pena, por el sólo hecho de ser tú, me chocas. ¡Te amé tanto, sin nada o con todo!, nunca pedí nada, más que estar a tu lado- me sentía desesperada, deseaba tenerle enfrente para que viera más allá de, ése último suspiro por  él; que sin yo saber, sería lo último que necesitara decirle por el resto de mi vida. 
- Somos más iguales de lo que crees, creo  que los dos, pensamos más allá de nosotros y vimos cosas que no queríamos para el otro- comentó.
- Lamentablemente, ojalá algún día el viento cambie de dirección y no sea demasiado tarde, o ¿quién sabe?, quizá después de todo, ésto es lo mejor.
- Estoy sentado en el banco, ¿ recuerdas?, donde estabas sentada cuando nos vimos, no había regresado desde hace un mes. Ojalá pronto nos podamos sentar a platicar y me reclamas todo lo que quieras- Enrique, escribía como nunca lo había hecho.
- Te abrazaría durante mucho tiempo- La melancolía comenzaba a hacer los últimos estragos.
- Disfruta, no tengo derecho a intervenir en tu vida, cuando te leo y sé que continuas tu vida, es difícil para mí. ¿Cómo me va a gustar?
Y de pronto, mi torrente se desbordó y todo salió como era necesario.
.- ¿Por qué putos no estás conmigo?, te odio. No estoy enojada, estoy triste, creo que la añoranza es una emoción que últimamente me mueve, ver como tantas cosas nunca fueron; pero recibo las que llegan y las disfruto- Mencionando lo último, tratando de guardar la calma.
Y ahí comenzó el desafío no logrado, Enrique comenzó a perder la paciencia y concluyó:
- Siempre que te hablo de mí, termina siendo de ti.
Y dejó la comunicación a medias, después de unos minutos me bloqueó. 
Pasados unos días, le envié felicitaciones por su cumpleaños por medio de otra red. Acto seguido, lo bloqueé. No es necesario ya, saber más de alguien a quien ya no amas, a quien el olvido se ha llevado más lejos de lo que tenías planeado. Porque en realidad, no es la distancia en sí, en kilómetros; esto se refiere a la distancia que mi corazón ha puesto ya a esta idealización de alguien que se fue hace muchos años. Ahora puedo concluir que ya no siento nada por él, ni añoranza, ni espera, ni amor, ni idealización, ni odio, ni rencor. Y cuando las ambivalencia se disuelven en el tiempo y el espacio, sólo queda la neutralidad del olvido; de un olvido deseado durante años, aquel que no represente nada ya, que no duela y que no espere nada. 
Hoy puedo decir desde el fondo de mi alma, mi corazón y mis muy rebeldes pensamientos:
ADIÓS ENRIQUE, gracias por ayudarme a olvidarte.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Con vehemencia

Amor