Con la luz apagada

La noche había llegado a la ciudad. El murmullo de los autos y el bullicio de la gente quedó tras la puerta de madera. Miguel, se acercó cuidadosa a Julia, su pecho se posó por unos instantes sobre la espalda de ella y le retiró el abrigo negro que llevaba sobre su vestido favorito; sus rodillas se asomaban discretamente, deseaban sentir las manos impetuosas sobre las medias negras; pero debían esperar.
El recorrido por el departamento fue breve y detallado. La estancia, tenia de fondo un hermoso ventanal que daba al jardín común; pero por la altura a la que estaban, sólo los alcanzaban las ramas de un imponente árbol de hojas diminutas. Julia amaba los ventanales, y éste en especial, así como la libertad que le susurró al oído; a esa libertad la amó en verdad. De rodillas en el suave sillón color hueso, tocando los cristales con las dos manos, queriendo tocar el aire; ese viento que estaba despeinando su cabellera negra. Miguel, sólo la observaba, dejó que el trance de Julia durara el tiempo necesario para ella.
De pronto, Julia volteó a mirar a su amante y él se acercó lentamente. La tomó de los codos y recorrió sus brazos hasta llegar a sus manos. Julia se incorporó y rodeó el cuello de Miguel. El silencio permaneció y fue interrumpido por una pregunta:
-Tienes hambre, amor?
-Sí - Era lo último que ella hubiera querido responder. Pero no había probado alimento desde la mañana. Una manzana, acompañada por un plátano y yogur; habían sido todo lo que había ingerido.
- Sabía que te apetecería algo, preparé pasta- Indicaba Miguel, mientras caminaba hasta la cocina.
Preparé?, sorprendida Julia ante aquella frase. Él, la invitó a sentarse frente a la mesa. Pero la hornilla, invitaba a Julia a mover un poco la carne, mientras Miguel hablaba afuera. Ella estaba sumamente hambrienta y no pudo evitar el picar. La carne hervía y ella probó. El sabor a gloria estaba en su paladar y entre sus dedos. 
Miguel entró a la cocina y pasó cerca de la espalda de Julia, rozándola ligeramente; mientras su piel se erizaba. 
Sentados uno frente al otro. Él hablaba y ella comía, enrollaba nerviosamente el espagueti en el tenedor y colocaba algo de carne sobre su pasta, acto seguido... Directo a su boca. 
Al término, se dirigieron a la estancia del ventanal, evitando un poco, la habitación. Miguel esperó a que julia texteara en su móvil, y cuando por fin dejó sus cosas ordenadas. Él, se aproximó a su amor, la abrazó por la cintura fuertemente y la respiración de ambos se precipitó. Los besos se hicieron en pocos segundos, uno a uno más intensos y apasionados. 
Miguel, bajó su mano derecha por el corto vestido de Julia y lo levantó suavemente, tocando sus nalgas, sintiendo la diminuta ropa interior que ella portaba; especialmente para él. 
En voz baja, la invitó tiernamente a la recámara. Le dio la mano derecha y la condujo. Las luces exteriores, iluminaban suavemente los objetos y las ramas de los árboles que se posaban afuera. Miguel, la sentó delicadamente sobre la cama y comenzó a quitarle los negros botines de piel, con diminutos estoperoles insertados en los costados del área del tobillo. Se colocó sobre Julia y continuó besándola mientras le repetía una y otra vez:
- Amor, amore... Te amo-
Hace tanto que Julia no escuchaba esas palabras en una noche. Qué magia se estaba volcando sobre ellos. 
Quitó con intensidad el vestido y lo demás. Las ropas de ambos, quedaron distribuidas alrededor de la cama y ellos se fundieron uno en el otro. 

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