En el cuerpo desnudo
La noche había llegado desde hace un par de horas, y Miguel y Julia, estaban por fin, a solas. La habitación dibujaba los deseos de ambos entre el aire y el poco espacio que quedaba entre sus cuerpos. Fue un intenso encuentro, donde no se reconocían los ruidos; en donde los sonidos externos se quedaban fuera de las mentes de ambos. Sólo se distinguían sus respiraciones agitadas y las frases amorosas que iban y venían, haciendo de ese encuentro algo que fue más allá de un encuentro casual. Las gotas de sudor caían en el cuerpo desnudo de Julia, se sentían tibias; al momento que rodaban entre sus senos, levantaba su mano izquierda y limpiaba delicadamente la frente de su amante, recorriendo a su vez el largo cabello rizado. Él abría sus ojos y la observaba con una mezcla de deseo y amor, que hace mucho no sentía en la intimidad. "Hacer el amor", es llevar al amor que se tiene guardado, de paseo entre las sábanas, que se desborde de manera sutil entre las manos que se entrelazan al momento del clímax, es murmurar palabras y frases que hagan sentir al otro, que es precisamente éso, "hacer el amor", entre dos.
Así fue aquella noche, ellos dos solos; danzando de manera rítmica entre sus cabellos y sus caderas. Abriendo los ojos para inspeccionar que el otro era tan pleno como él o ella misma, con la sorpresa, de que así era. Después de mucho tiempo Miguel se recostó sobre el pecho desnudo de Julia, ella, le sostuvo la cabeza y acarició suavemente el cabello, mientras el sólo decía:
- Te amo-
Se quedaron recostados por varios minutos, sin decir nada, así desnudos, abrazados; mientras él tomaba con su mano izquierda, la mano derecha de ella.
Casi a media noche, Miguel ofreció agua a Julia; mientras él se retiraba, ella buscó desesperadamente su suéter verde olivo, entre la frazada y la ropa revuelta del piso. Se vistió con él y se acomodó el cabello, volvió a recontarse y esperó. Miguel entregó el vaso y se acercó a Julia y la abrazó. Era tarde, estaban agotados y el cansancio comenzó a vencerlos.
Ella no estaba segura de lograr dormir esa noche. Tenía varios días en los que el insomnio la desgastaba constantemente. El sonido de música en el exterior la distraía de su cometido y la respiración de Miguel, le hacían pensar en tantas cosas. Habían transcurrido un par de horas y sabía que debía descansar, empezaba a ponerse ansiosa; así que decidió levantarse de la cama e ir en busca de sus auriculares que había dejado en el bolso.
Entró a la cama y los brazos fuertes de Miguel la volvieron a sostener. Buscó la playlist de ópera que había descargado días atrás, cerró sus grandes y cansados ojos y Él la abrazó aún más. Qué sensación tan placentera fue todo ese conjunto. Después de varios minutos, se quedó dormida.
A la mañana siguiente, antes de que el Sol saliera y se asomara por entre las ramas, Miguel y Julia despertaron. Con un beso en los labios, le dio los buenos días. Ella se levantó de la cama y se acercó al lavamanos, para lavarse la boca. Regresó al regazo de Miguel y se besaron con intensidad. Ese beso se prolongó hasta llevarlos a amarse una vez más. Los primeros rayos de luz descubrieron su amor, mientras que a ellos no les importó mostrarse como eran ante el otro; con sus sombras y sus luces. Sólo eran ellos y su humanidad perfecta para el otro, sin juicios, sólo llenos de placer y amor.
A la mañana siguiente, antes de que el Sol saliera y se asomara por entre las ramas, Miguel y Julia despertaron. Con un beso en los labios, le dio los buenos días. Ella se levantó de la cama y se acercó al lavamanos, para lavarse la boca. Regresó al regazo de Miguel y se besaron con intensidad. Ese beso se prolongó hasta llevarlos a amarse una vez más. Los primeros rayos de luz descubrieron su amor, mientras que a ellos no les importó mostrarse como eran ante el otro; con sus sombras y sus luces. Sólo eran ellos y su humanidad perfecta para el otro, sin juicios, sólo llenos de placer y amor.
Se quedaron abrazados durante mucho rato, hasta que Julia salió de la cama y comenzó a vestirse con su ropa deportiva, buscando sus tenis en la maleta; para salir a caminar. Mientras tanto, Él la observaba con detenimiento. La acompañó a la puerta y se despidieron tiernamente.
Julia, amaba caminar, y más, en lugares desconocidos y amplios. Tomó la gran avenida de Miramontes y continuó, subió por un puente peatonal y se detuvo sobre la avenida. Miró a lo lejos, donde no pasaba ningún auto. Pensó en la gran locura que estaba sucediendo en su vida y lo poco que le importaba. Había dejado en su casa la cordura y los prejuicios; ésos que ya no le eran de utilidad. Aquellos que le estorbaban para correr y ser feliz. Abrió los brazos y agradeció mientras sonreía, su mente no dejaba de pensar en Miguel, en sus besos y sus caricias, en sus palabras. Todo aquello era demasiado. Nunca había dormido al lado de alguien que no fuera Braulio. Y era increíble.
La excitación de la experiencia le daba la energía suficiente para caminar sin reparar cuánto había avanzado. Su cuerpo le indicaba que era hora de detenerse e ingerir algo, estaba hambrienta. Se detuvo en un establecimiento y se sirvió un café, se sentó en la barra que daba a la calle y mientras tomaba a sorbos su bebida, mientras daba grandes mordidas a una barra de cereal. Hacer el amor, siempre le producía un hambre terrible, situación que le provocaba risa.
Una vez que concluyó con el breve refrigerio, llegó a su móvil el mensaje de Miguel, preguntando sobre la preferencia del desayuno. Julia, sintió la premura de volver. Había olvidado el paso del tiempo, Apretó el paso y comenzó a sentirse mal. Entre la adrenalina de la aventura y la cafeína, a la que ya no estaba acostumbrada, su estómago comenzó a dar malestar a su cuerpo. Sentía náuseas y mareo. Disminuyó el largo de sus pasos y comenzó a respirar profundo. Miguel le preguntó entonces:
- Dónde vienes amor?-
- Voy de regreso, pero me siento mal-
- Voy por ti, dónde estás?- Insistía Miguel.
Quién era aquel hombre, de costumbres refinadas y amor desbordado?, no lo sabía. Estaba segura que no podría conservarlo para siempre, pero sus palabras le aquietaban el espíritu. El espíritu que había dejado de luchar para retener a Alan, el mismo que estaba en el último proceso para olvidar por completo a Enrique y el mismo que había perdonado a Braulio y le permitía verlo como a un amigo.
Miró al cielo y dio las gracias, gracias por este espacio y tiempo lleno de amor para ella sola.
Una vez que llegó al departamento, Miguel la condujo a la cocina y le sirvió un suculento desayuno preparado por él. Un hombre que le sirve el desayuno, que le hacer el AMOR, que la cuida... sin saber nada de ella, sin conocer sus manías, ni sus sombras. Estaba resuelta a disfrutarle hasta el último segundo. La charla era amena, sonreían y disfrutaban de la compañía. Después de la sobremesa. Se dirigieron a la habitación, en silencio se abrazaron y Él la cubrió con la frazada y así se quedaron por un largo rato. Como los dos locos que eran, volvieron a tocarse suavemente. Miguel liberó a Julia de sus ropas y la penetró con fuerza. Julia, no se resistía a la pasión. Estaba tan ansiosa como él. Deseaba con fervor que sus cuerpos permanecieran así, el mayor tiempo posible; antes de que el tiempo terminara. Con el paso de los minutos, su pasión subía de temperatura, llevándolos a culminar al mismo tiempo; así jadeantes de placer. Se recostaron uno junto al otro. Julia volteó y se recostó sobre su costado izquierdo. Miguel por su parte se quedó tendido boca abajo. Julia recorrió su espalda desnuda con las yemas de sus dedos y suavemente con sus uñas. Miguel disfrutaba vehemente.
De pronto, la mirada efusiva de Miguel se posó sobre ella y dijo con emoción:
- No te vayas amor-
Julia estaba ansiosa y cuando vio entrar a Miguel por la puerta con una guitarra, su estómago dio un vuelco, Él, se sentó junto a ella y comenzó a tocar plácidamente. Ella soñó muchas veces que alguien que realmente la amara, le llevara serenata, sin embargo, nunca sucedió. Pero este suceso rebasaba todas sus expectativas. El cabello largo y rizado de su amante caía por su rostro mientras cerraba los ojos y cantaba con la pasión contenida de un cantautor. Ella, escuchaba con mesura y guardó para sus noches de soledad aquella magnífica imagen del ideal de hombre.
Reservó en un espacio de su alma la figura de Miguel, sus manos tocando las cuerdas de la guitarra y su voz que se hacía más sensible a su latir, cuando levantaba su cabeza hacía el cielo y cerraba los ojos, apretando sus párpados suavemente.
- Gracias vida.- Murmuraba ella, entre notas y las miradas que Él le regalaba.
Reservó en un espacio de su alma la figura de Miguel, sus manos tocando las cuerdas de la guitarra y su voz que se hacía más sensible a su latir, cuando levantaba su cabeza hacía el cielo y cerraba los ojos, apretando sus párpados suavemente.
- Gracias vida.- Murmuraba ella, entre notas y las miradas que Él le regalaba.
Gracias
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