Mucho más
Las cosas se habían salido de control. Las melodías no tenían sentido y las palabras se habían quedado confundidas entre los pensamientos de Julia. Todo se le estaba yendo de las manos. Había decidido dejar de lado a todos y las sensaciones que le provocaban. Estaba molesta por no poder tener el control ni siquiera de lo que ella sentía y decía. Su cuerpo febril durante días, el llanto y la desesperación por no lograr lo que desea, la mantuvieron en un estado de infantilismo que difícilmente le podría ayudar a superar aquel berrinche ante la vida.
Meses atrás había decidido salir y besar, todas las bocas que se le presentaran, disfrutar los placeres que había callado durante años. Ya no sería la mujer sensata que un día se había guardado todo. Pero qué mal resultan algunas decisiones, los que llega no siempre es lo más conveniente. Aparentar besar y no sentir, no esperar y continuar como si nada, no es algo que sea posible para Julia. Julia siente intensamente, vibra con un beso, deja parte de su ser en una caricia y guarda las miradas para ella. Así que, pasar de una cita a otra, de una mano o caricia a otra; la estaba dejando muda, sin sensaciones y con más exigencias que antes.
Quería todo de los demás sin ella poder proporcionarlo. El día anterior al fin de semana, conoció por fin a un antiguo amigo por las redes. Actor de profesión de una ciudad de ensueño, con callejones empedrados y casas pintadas de colores. No se puede escribir mucho sobre alguien que no se tiene la medida necesaria de interés. La conversación fue sobre trivialidades y Julia tenía sueño, se preguntaba en repetidas ocasiones, ¿qué la hacía estar ahí y no en su cama? Los besos de aquel hombre no le sabían a nada. Desencajada, deseaba estar en brazos de Alan. Lo extrañaba, tenían ya más de diez días sin saber el uno del otro. Y ése día por fin, decidió desearle un buen día. Él, una vez más le respondió, con mensajes llenos de amor y ternura; que Julia por su parte no sabía como manejar. Había decidido sacarlo de su vida, pero era tan difícil. Amaba sus formas, su tranquilidad y su espera a que ella la encontrara.
La semana comenzó un poco revuelta, aún. Pero Julia trataba de no alterar las conversaciones con Alan, quería dejar su amor para sí. El martes, un espacio para ellos, transcurrió lento. Julia trataba de concentrarse en las cosas más sencillas del día para poder lograr un poco de calma. Hizo sus labores en casa y la dejó lista para la espera. Tomó una ducha caliente y se vistió. Con una ligera camiseta de color blanco, de manga larga y cuello en uve, sus jeans ajustados y dobladillo en los tobillos, tenis blancos y agujetas largas. Las pulseras de plata y un refinado toque de perfume, que le bañó el cuello y el pecho. Sujetó su cabello con una dona a cuadros negra y blanca.
Los minutos pasaron y Alan no llegaba a la cita. Su puntualidad inglesa estaba en duda aquella soleada tarde. Julia, comenzó a pasearse por la habitación en tonos grises y blancos. Los cojines en telas de seda y satín bordados acomodados simétricamente, sobre la frazada gris claro; esperaban a los amantes. Se acercaba a la ventana que daba a la puerta de la casa y observaba vacío aquel pasillo, las lavandas permanecían inmóviles. Julia, suspiraba intranquila mientras dejaba caer a su lugar la cortina de gasa blanca y junto con ella otra más gruesa color gris a rayas, abultada de la parte superior. Observaba la tenue luz que irradiaba la lámpara de pie y bajaba la cabeza. Transcurridos unos minutos envió un mensaje:
- Vas a venir?- Texteó.
Mientras se preguntaba secretamente:
- ¿Estás preparada para que no llegue?-
Y a ésto se contestaba:
- No, no lo estoy-
Estaba impaciente; el olor a pulcritud le chocaban en su nariz y la sofocaban aún más. De pronto, unos fuertes golpes en la puerta blanca de la entrada le avisaban la llegada de Alan. Bajó las escaleras y abrió.
- Hola hermosa- pronunció Alan, con su varonil voz.
- Pasa- dijo Julia con una voz serena.
Inmediatamente se abrazaron, se sostuvieron así por largo rato. Los brazos musculosos de Alan, por los años de natación intensa y su rudo trabajo en la planta; rodeaban el torso de Julia. Discretamente la besó y se sentaron en la sala. Nunca antes se habían sentado a conversar, la pasión y deseo el uno por el otro, les llevaba de inmediato a la recámara. Pero en esa ocasión era distinto.
Conversaron sobre lo pasado. Escuchó con paciencia a las versiones descabelladas de Julia. Después de unos minutos, le solicitó agua. Alan nunca había entrado a la cocina de Julia, ni pasado por su comedor.
- Nunca había entrado en tu cocina.-
- Yo la hice.- Murmuró suavemente Julia.
- ¿Tú?- preguntó sorprendido Alan, - no lo puedo creer.
- Sí, cuando nos mudamos a esta casa, la cocina era pequeña y la trasladé a esa habitación; coloqué todo lo que ves ahí. Y también hice las puertas de la despensa bajo la escalera.-
Julia, no estaba segura de querer que Alan conociera esa parte de ella. No quería perder su feminidad frente a él.
Para su sorpresa, las palabras de Alan fueron otras:
- Deberías estar orgullosa-
No hubo nada más que decir. Se quedaron recargados uno al lado del otro. Suavemente Alan acercó su boca a la de Julia y comenzó el amor, ella besó su cuello y su oreja izquierda; él por su parte disfrutaba de sus besos. No pasó mucho tiempo antes de que ella le preguntara si deseaba subir. Alan en su efervescencia, accedió.
Era importante este encuentro para Julia, había decidido por primera vez en mucho tiempo tener un momento genuino para ella; y así fue. En silencio y con su mente totalmente enfocada en sus sensaciones y en lo que sentía por aquel hombre; su cuerpo se estremeció poco a poco hasta llegar al éxtasis. su amante la contuvo y el momento fue mágico. Julia quiere conservar esa magia, no por una semana, solamente, como siempre sucedía, anteriormente; en verdad desea que esa relación perdure mucho más.
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