Rompiente

El viento helado sopló por la mañana, presa de un mal augurio Julia se despertó por la mañana. En realidad no son malos presagios los que la han acompañado a lo largo de su vida; sino la intuición que la persigue y que no la deja respirar. Le quiere advertir que donde está parada o hacia donde se dirige, o a quien persigue o desea amar, no es precisamente la mejor decisión que pueda tomar para su resguardo emocional y vital. 
Muchas veces ha hecho caso omiso de ella, y resuelve ser más libre de lo que debiera, y es cuando el sufrimiento la atormenta. Estando en una determinada situación y la intuición, no deja de murmurar y en muchas ocasiones le gritar que un poco de sufrimiento al desapegarse de una mala relación o de un evento determinado, sería menos doloroso que permanecer.
Así le ha sucedido con Alan desde que lo conoció. Una sensación de dolor en la boca del estómago le brincaba cada vez que el olvido y la ausencia de él, se hacía presente. Muchas notas en su muro, asomaban el tormento que la vinculaba con ese hombre. Los días que pasaba a su lado parecían un espectáculo montado para ella, le hacían sentir una pasión desbordada y una esperanza de amor. Ella sentía que con el hecho de pasar una tarde a la semana o cada quince días era suficiente para estar bien. Pero después de cada tarde con él, aquel hombre parecía olvidarla, la dejaba en los mensajes de texto, no le respondía, aún cuando estaba en línea por horas. Las llamadas prometidas eran evitadas, y qué decir de los fines de semana, esos eran los más tormentosos para ella; así que cada fin de semana ella se despedía de él por no cumplir con los acuerdos de reciprocidad y no olvido. Al iniciar de nuevo la semana, él volvía a enamorarla; justo por el hecho de que era probable un encuentro íntimo; y, pasada la cita, iniciaba de nuevo la lucha interna de Julia: olvido VS esperanza.
Esta sensación le traía recuerdos tormentosos de Enrique, así era la relación con él. Inestable y desgastante, con las mismas tonalidades de grises y naranjas, donde la falta de aire en los pulmones sofocaba la existencia de Julia. Donde la dejaba debastada en los rincones de su casa, al sentirse insuficiente y poco amada por Enrique. Con Alan, sucedía algo parecido, una vorágine de emociones le revolvían los sentidos y el estómago. Paralizaban sus actividades y la dejaban sin fuerzas para continuar. Más por el hecho de no saberse defender y no contar con la fuerza necesaria para alejarse de las situaciones que la lastimaban. Esa exasperación y rabia contra su cobardía para seguir sin él, la hacían llorar y sentirse inútil. La terapia, sólo le estaba mostrando lo que había bajo la cloaca y la pestilencia de sus no situaciones resueltas frente al amor en general, frente a ella misma. 
Ayer, lloró e imploró nuevamente; no en el piso, como con Enrique, pero la súplica versaba sobre el mismo acto:
- ¡Por favor, quítalo de mi vida!, yo no puedo y me está destrozando el alma y pone en caos mi vida- Imploró a su Dios, le pidió no dejarla sola y darle fuerzas para estar sin él. Así como suplicó hace ocho años, una y otra vez, para erradicar a Enrique de su entorno y de su mente, así como lo hizo cuando era adolescente frente a la imagen su madre espiritual.
Recargada en la secadora, sollozó cansada. Se cubría el rostro y se desgarraba la garganta. La tarde caía con ella.
La comunicación con Alan ese día estaba paralizada, ella le había preguntado si se verían y él, como tantas veces se negó, sin previo aviso. Ella solicitaba que le avisara con anticipación para poder agendar sus actividades con antelación y no estar en espera como siempre. Pero la prepotencia de Alan no le permitía tomar en cuenta las palabras de Julia. Y muchas veces ella llegó a preguntarse si estaba siendo egoísta; así que se esforzaba en no lucir infantil e ignorar a su intuición y a sus necesidades emocionales. Él la hacía sentir loca y exagerada, por el sólo hecho de necesitar un "hola". Y ella se tragaba la idea, sin digerirla en absoluto.
El daño estaba siendo irreversible y el cansancio y hastío de esta relación estaba llegando a su fin. Es por ello, que llegaron las súplicas a Dios y al Universo; las súplicas a ella misma, para que sacara la casta y el coraje de defenderse a ella misma, porque nadie más lo hará por ella.
Envió un mensaje:
- Ya no es necesario que me marques, gracias-
Motivo suficiente para que Alan perdiera los estribos y respondiera de manera grosera.
- ¿Sabes qué?, yo soy el que ya no quiere saber más de ti, la relación contigo es molesta e incómoda, así que bye.
Julia, tenía dentro de su ser la esperanza de que una respuesta así apareciera. Ya no habría vuelta atrás, él ya no la buscaría, no quedaría breve espacio para una simulada reconciliación. El corazón de Julia descansó de golpe. LLoró por unos momentos y se quedó en silencio. El suplicio de la espera y la búsqueda de sí, había concluido.
A veces la respuesta tajante es la más necesaria para un punto y aparte. Donde el resquicio deje sin luz lo que es necesario, dejar sin atención, para poder dar pasos sin retorno. A veces las respuestas más dolorosas son las más esperadas por el inconsciente, que aunque vacíen la esperanza devuelven la fortuna de retomar la propia vida sin seguir en la rompiente. Aquellas respuestas que inciten a caminar hacia donde las olas permanezcan en calma y el propio reflejo se asome sin pesar, sin prisa.


Esa respuesta le había puesto fin a dos meses de, lo que sea que fuera aquello, hoy quedará en el olvido.

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