Todas de golpe

Había pensado dejar sin concluir la relación con Alan.  No darle un final, no despedidas, no cortes tajantes; para que, doliera menos. Pero con el paso de los días, me doy cuenta que dejo mi esencia en cada una de las esperas de alguien a quien no le intereso. Es la viva imagen de Enrique, donde busco y no encuentro ni respuesta ni respiro. Más bien me ahoga más, me sofoca y me hace llorar de dolor. ¿Por qué permitir semejante juego?, no comprendo aún, ni logro desentrañar las causas que me mueven hacia el retorno constante hacia él. Me busca y puedo olvidar el dolor que me causó a penas unos momentos atrás.
¿De qué trata esta historia que se escapa de extinguirse?, ¿por qué se repite?, ¿qué enseñanza no se ha aprendido en su totalidad?, ¿por qué el dolor es tan profundo, que me lleva a llorar a oscuras en el baño, cuando todos se han marchado?
No lo sé aún; en ocasiones dejo la pregunta al aire, con la necesidad de que sea respondida desde un punto donde pueda observar la respuesta y dejar de sufrir por ello. Y otras veces la someto y sacudo hasta dejarla sin fuerzas, pero simplemente me observa y baja la mirada, dejando sus palabras mudas; quiere que yo encuentre la respuesta sin palabra alguna. Pero, ¿dónde buscar la respuesta de una pregunta cansada y sin deseos de encontrar su propia respuesta?
Se pregunta donde no hay nada, o donde está todo al borde del desquicio, donde una pregunta lleva a otra; más complicada cada vez, más profunda y más devastadora que la anterior y que todas las que se han formulado. Se busca la misma respuesta  cada día de la  semana. Se van formulando más y más preguntas durante el camino, en cada uno de los pasos resistentes al encuentro consigo. Se detienen y se forman nuevas y más complejas. Al llegar al diván de la ausencia de mentiras, se postran las dudas y se mimetizan entre ellas; sin aviso, llega de golpe una verdad y la garganta se cierra, aparece una respuesta despistada que se quedó al alcance de la necesidad de ella. Los ojos buscan entre el blanco de la habitación, dónde colocarla para que no se pierda nuevamente. Pero la insistente verdad, se vuelve traviesa, se desborda en el consciente y se queda quieta. Ya no será más duda, más problema, y aunque ronden más como ella, el camino se ha limpiado para dejarlas en libertad de ser ellas; ya no más disfrazadas de sueños efímeros y dolores en el pecho. Saldrán de a poco o todas de golpe, para enfocar nuevamente lo que se evita ver. Éso que se evade, es lo que se vuelve más atrevido y choca de golpe en el rostro; para dejarlo limpio y sin vendas.
Me quedé sin aliento, ayer que el terapeuta repitió mis palabras: "puta", "zorra". ¿Cuánto me han dolido estas frases?, durante muchos años, las he llevado tatuadas en mi; pero lo más doloroso, es cuando yo misma las provocó. Las vuelvo a remarcar sobre mi piel y las disfruto. He sentido placer a cada instante de los vuelcos en el estómago, las palabras entusiastas de un nuevo amante, de un halago con un trasfondo de cama. Porque es la manera que aprendí para ser importante para alguien. El sexo se convirtió en un mala forma de cautivar a un hombre, una atención para mí, seducción disfrazada de amor.
Y al final del día las palabras se quedaron huecas y vacías, las manos que en un momento estaban extasiadas, se quedaron sin nada. Incluso sin ella misma. Qué difícil caminar sin mí. Sin mi esencia misma. Porque ni siquiera reconozco quien soy. 
Me preguntó: ¿quién eres tú?. Y las lágrimas cayeron, no supe qué responder. No sé quién soy y por dónde deseo proseguir. El trabajo es diario. Escudriño en el espejo, en mis manos al teclear, en mis pasos al caminar, en mi tono suave de voz o recio al desesperar. Sé que por algún lugar me encontraré, Ahí estoy, resguardada ante mí misma, ante el dolor que ya no se quiere sentir, ante quien se quiere y se tiene que olvidar de una buena vez, ante lo que ya se fue y no existe o nunca existió, ante lo que se ha perdido, ante lo que es efímero, ante lo que se ató a los pies, a los manos y a los recuerdos. Pronto caminaré libre y sola, conmigo y con todo lo que quiero ser ahora y he sido, sólo que lo había olvidado o no lo había querido ver. Pronto seré yo completa.




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