Breves instantes

Después de aquella inmensa llamada, que se postergó hasta que los rayos del Sol se demostró que era real; todo el entorno cambió de manera radical. Julia no sabía que seguiría en la realidad. Así que simplemente se dejó llevar como tantas veces en los útimos tiempos.
Volvieron a comunicarse, horas más tarde y continuó la platica de todo y nada. Hasta que surgió la necesidad extraña de conocerse. ¿Qué sucedería a partir de ahora?
Julia no reconocía, la realidad de lo que debía pasar; tantos años sólo haciendo lo que "debe hacer", dejando de la lado lo que ella "desea hacer"; y en estos momentos, justamente se preguntaba, ¿qué deseaba hacer? La respuesta era obvia, "conocerlo".
Ese fin de semana, tenía planeado viajar a su ciudad natal, o quizá el siguiente. Pero debido a lo que había sucedido la noche anterior, decidió partir el sábado. Empacó sus cosas, algunos elementos importantes estaban siendo guardados en la pequeña valija, preparada para dos días. Unos pantalones de mezclilla ajustados, una blusa ligera, una gabardina color hueso con grandes botones en tonos café, así como unas zapatillas con un moño satinado que las hacía parecer más coquetas en la parte superior del frente; el cabello suelto y planchado y una ligera sonrisa, la acompañaron hasta el final de las escalinatas de la biblioteca de mitad de siglo XVI. Los escalones de cantera rosada la llevaron a sentarse junto a una escultura de un personaje de sombrero y sonrisa descarada forjado en hierro. Al estar al lado de aquel personaje, se sintió divertida, trató de olvidar que esperaba a Ian, así que se tomó varias fotos; la sonrisa de ambos flotaba en una atmósfera extraña. 
El móvil sonó, era él. Hablaron por pocos minutos, hasta que se encontraron en persona. A Julia le resultó sumamente poco común, para la ocasión,su indumentaria, demasiado formal para ella: portaba un traje negro, camisa en tono azul y corbata, que no logra reconocer el diseño. Al encontrase con los ojos del tipo que no tenía idea de cómo sería, los dejó escaparse poco a poco, evitando el contacto visual para no comprometerlos a nada, aquella noche. Hablaron por pocos minutos y decidieron avanzar hasta la plaza lateral de una iglesia antigua. Los cafés que se encontraban en aquel lugar le resultaban fascinantes.

Entraron a uno de ellos, con un largo pasillo para ingresar al patio de aquella vieja casona convertida en centro de reunión para amantes y amigos. En las vitrinas que enmarcaban la entrada, se exhibían algunos objetos de uso cotidiano del principio de la colonia en el país; los cristales se posaban sobre unos marcos rústicos con madera un tanto maltratada por los siglos. Las sillas y mesas de madera daban un toque, aún más antiguo al lugar. Una plataforma en la parte central de un metro de alto y de dimensiones amplias, para poder albergar a los artistas que deleitarían cada una de las noches en aquel lugar.
Las lámparas a media luz, permitieron que Ian sintiera la ligereza de sostener levemente la mano de Julia; hasta llegar a la mesa del fondo de aquel hermoso sitio colonial. Julia había manejado un par de horas y su boca estaba seca; así de manera extraña, pidió una cerveza; sin importar lo que su acompañante pensara, deseaba saciar su sed y sentirse un poco más relajada. Él, de manera empática, solicitó lo mismo que ella.
Las palabras salían de aquellos labios de tamaño medio y sonrisas breves, seguía pareciendo aquella voz, un tanto familiar. Habían llegado al acuerdo que, si aquella noche se sentían con la confianza, podrían llegar a compartir la cama. Hacer el amor con un completo extraño, era una situación que aunque no sería la primera vez; le seguía pareciendo inusual. Las manos de Ian le recordaban a Enrique, el tono moreno de su tez, estaba más acentuado en sus manos grandes y burdas. Llenas de trabajo físico, y de nudillos rugosos. Esa parte de su cuerpo le parecía excitante a simple vista. Las imaginaba en breves instantes recorriendo su cuerpo. 
Julia seguía sin comprende porqué dicen que los hombres piensan más en sexo que las mujeres; ella considera que en algún momento de alguna vida pasada ella fue hombre; ya que ella muchas ocasiones también lo hace. En algunos momentos, siente recorrer su cuerpo, una energía sublime e intensa que la dejan sin aliento y la hacen desear tanto el contacto físico que la hace temblar y olvidar en qué parte de la plática van. Antes, este tipo de situaciones la hacían sentir sucia, un tanto o un mucho extraña; ahora, sabe que es parte de su esencia, ella es así, intensa y ardiente la mayor parte del tiempo. Está decidida a no ocultarse a sí misma, a reconocerse y aceptar su naturaleza.
Después de un par de horas, decidieron retirarse de aquel lugar. Los ojos de Ian, no se habían movido del rostro de Julia. Después de que atravesaron aquel lugar juntos, llegaron a la plaza revestida de cantera endulzada con blancos alcatraces en los jardines y algunas azucenas rosadas. Ian se detuvo por unos segundo, deteniendo a Julia de manera intempestiva. Se quedaron frente a frente e inevitablemente los ojos de Julia se detuvieron entre las pupilas color café de su acompañante; y de pronto, él se acercó, colocando su mano izquierda sobre nuca cubierta del cabello negro de Julia y la besó. Sus labios estaban cálidos y su lengua se acercó de manera delicada sobre los labios gruesos de Julia; un beso intenso y largo, creó un entorno efímero de aquella escena. Los químicos de Julia comenzaron a fluir por todo el torrente de su cuerpo caliente. Sabía que si aquel beso había sido como pocos que había sentido; el sexo, seguramente también lo sería.
Caminaron de la mano por las calles de rosadas, con casonas de puertas anchas de madera; hasta llegar al auto, después de manejar por algunos minutos llegaron al lugar adecuado para estar en la intimidad.
Comenzó el nerviosismo, combinado con la adrenalina y el poco alcohol que tenía en su cuerpo. 
La noche, acompañada de algunas estrellas muy lejanas, música en inglés suave; y besos que llevaron a envolver caricias y sonidos nuevos; hicieron que todo pareciera sólo un sueño: Estaba decidida a disfrutar la situación por mucho o poco que durara. La intensidad de las caricias y la fuerza de los brazos de Ian, la hacían perderse en las sensaciones. El tiempo se disparó en una nada y todo se quedó entre las sábanas blancas y la respiración agitada de los dos. Antes de despedirse aquella noche, Ian preguntó, lo que Julia no tenía idea que saldría de los labios de su amante:
- Entonces, ¿podemos formalizar esta relación?, 
Julia, se quedó sin palabras,observó con detenimiento el rostro de Ian; y recordó por breves momentos que, este tipo de preguntas, era la que hubiera esperado de Alan, y nunca salió de su boca; y contestó:
- Sí.
Sin estar cien por ciento segura de lo que aquellas palabras significarían en su vida, las asumió y  continuó su trayecto. Con el cabello revuelto aún y las ideas desordenadas, subió el volumen a la estación de radio y manejó. Abrió la ventana del auto y sintió el sueve aroma del perfume impregnado de Ian en su piel, cerró los ojos y suspiró profundamente.

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