Lágrimas perdidas
Se ha dejado para después un sueño, una esperanza, un trayecto, un respiro. No se ha determinado el día ni el lugar donde todo pueda darse; sin embargo la mesa se pone y los manteles largos sostienen la cena que no llega. Aquella mesa puesta espera con las uvas, el queso y el vino que se pone amargo de tanto tiempo que ni siquiera se toca. Se deja a la espera el deseo y el amor, las manos temblorosas y las lágrimas perdidas.
Julia ha dejado tanto en el trayecto que si desea retornar para recoger lo olvidado... los anhelos, los deseos, los sueños; le llevará el doble del tiempo que le tomó perderlos. Porque en lo que los toma entre las manos, los recuerda y los llora; será entonces tiempo perdido. No se recupera lo dejado en las aceras, en las carreteras llenas de lluvia, en el desierto que guardó la utopía de una vida distinta, en las olas intempestivas del mar helado del Norte. No se recupera ni tiempo, ni energía, ni seres, ni almas; tampoco la propia. Porque ni siquiera soy la que podría reconocer en algunas de aquellas pérdidas.
Mi esencia, es la misma con la que nací. La que negué tantos años, bajo la perfección de una ama de casa y esposa, bajo el olvido de los sueños que quitan el sueño, bajo el olvido de las alas que desean desplegarse para partir sola, bajo otro nombre que debió ponerse para poder se ella misma; ahora sin miedo y sin juicios propios. Hoy puede ser quien ella quiera, quien ella ha soñado, quien ella puede crear a partir de ayer y de hoy y de mañana.
Se limpia la mesa, entonces; se tira el vino en el pasto fresco de la madrugada y se sirve nuevo en la copa, se colocan nuevas uvas y queso. Se viste la mesa con mantel pulcro; blanco, decorado con pequeñas florecillas en tonos azul plúmbago. Se espera un poco al alba, y se bebe el primer sorbo. La noche ha pasado ya. El nuevo amor espera tras las ramas de los árboles, se sabe esperado tanto como él ha aguardado el momento justo. El amor no precisa de un rostro conocido, de una voz en particular; precisa de una tonalidad que encaje con la propia, que al unirse al amanecer, parezcan un haz de luz multicolor.
El amor, el nuevo amor; está entonces haciendo parecer todo lo perdido como necesario, como ganancia dentro del olvido y el extravío. ¿Cómo es entonces, que en la pérdida de tanto tiempo y sueños, se encuentre la ganancia de una esperanza nueva? Pareciera ilógico, ahora. Pero se recibe como llega, sin previo aviso. Se sostiene sobre las manos vacías de tanto tiempo, se observa sin prisa, se saborea sin recuerdos. Así llega el nuevo amor de Ían; sin reservas, con todo para dar, con espacio para recibir, con la mesa puesta, con las lágrimas recuperadas, con el sabor a sal sobre los labios y el estremecimiento que no se conocía.
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