Mezcal

 Julia quisieraa escribir sobre el amor perfecto. Pero ése, ése no ha llegado, no llegará jamás.

No existe, no se ha creado, no ha salido a la luz del Sol, no conoce más que la inexistencia de sí mismo, no saborea sus labios, porque no los conoce. No siente el aliento porque está sin respiro alguno.

La sútil nulidad de su espíritu le resta toda posibilidad de crearse entre dos seres; no es, no está, no aparece, no surge; simplemente desfallece antes de siquiera pensar en querer existir.

Los amores que Julia ha tenido, han sido tan terrenales; más de lo que ella misma quisiera que fueran. Los amores de película se quedaron en su imaginación, ella, trataba de posarlos sobre los hombros de Braulio, de Enrique. Pero fue imposible que en alguno de ellos recobrara alguno de los finales de fantasía que ella necesitaba para continuar con su vida. No existían como los anhelaba, simplemente se evaporaron cada uno de ellos; el primero como un suave sorbo de licor dulzón y el segundo como un fuerte mezcal que raspa por donde pasa. Nunca fueron un final feliz, simplemente fueron un final, un final que sólo deja el olor a un día antes y se aleja sin memoria para ellos.

Hoy Julia toma entre sus dedos el amor que un hombre lejano a sus estereotipos; sabe que un día puede despertar y su aroma puede haberse quedado en alguna parte del departamento donde se aman los fines de semana. Extraviado en lo que ella quisiera que fuera y lo que no puede ser.

Aún no sabe, si el rastro de Ían será tan fuerte que se quede si él se esfuma.

Entreteje las ideas y las memorias finales que sabe que quizá no lleguen; la única diferencia entre las historias pasadas y ésta. Es que espera menos, sabe que no debe tener las manos tan abiertas, que los ojos será mejor que permanezcan un poco atentos. 

Ése sabor agridulce a realidad, no le entorpece cuando toca la suave piel, cuando saborea sus labios y acaricia sus musculosos brazos, cuando toca con frenesí cada parte del ser que ama. Porque hoy ama en la realidad, ama en la luz, en el fuerte de los pasos y en la inexistencia de algunos días que ella quisiera que tuvieran sonidos más recios y consistentes; pero de a poco los vive como son, ahora sin idealismo. Ahora con un amor, como debió ser con Braulio o con Enrique. Quizá éso hubiera salvado un rastro de utopía entre tanta realidad.

Sólo quizá. 

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