Impecable
Había decidido desde lo más profundo de su existencia comenzar un nuevo brío, tomar unas ideas certeras dentro de tanta fantasía. Escribir un poco o un tanto sobre la persona con la que Julia vivió 21 años, hubiera sido suficiente para dejar las ideas sin consciencia, para dejar en las baldosas de la calzada rosa una historia extraña. Que si bien Braulio fue los días de Julia, lo fue por unos breves años. Sus hijas encapsularon por completo su existencia, la llenaron de risas y ternura que ella nunca conoció de niña.
Las noches en cambio, ésas sólo fueron de Julia y sus fantasmas. Fueron noches suspendidas en las madrugadas, solitarias, olvidadas; y de tantas noches a solas que vivió Julia, la convirtieron en cenizas. Tanto calor que le hervía por el torrente, lo aplacaba con llantos a llegadas las tres de la mañana; cuando la espera de caricias se agotaba, cuando las ganas se convertían en dolor, en preguntas. Inundaba los azulejos del baño, ahogaba los gritos de soledad en las toallas blancas, que posaban impecables sobre las repisas de caoba.
Si bien Enrique le había tatuado antes de marcharse por el callejón a sus diecisiete la palabra "Insuficiente" sobre su pecho, Braulio le rascaba sobre las líneas de cada letra con el filo de su indiferencia hasta dejarla sangrando. Julia siempre se preguntaba el porqué Braulio no era capaz por lo menos de tomarla por unos minutos, de darle un poco de deseo, aunque fuera por compasión. Quién pasa de largo ante la miseria del ser humano sin condolerse y darle una moneda?, Qué le corría a Braulio por las venas que no era capaz de ver más allá de la careta de maternidad de Julia?
No lo comprendía.
Sus ojos hinchados varias veces por semana, durante años, le dificultaban ver la realidad de su devastado matrimonio. Se habían convertido en un buen equipo de trabajo, en un par eficaz como padres y proveedores. Pero tras la puerta de la habitación, eran unos desconocidos.
Ella se recostaba cada noche con las esperanza de recibir una palabra de aliento, un roce que mitigara la culpa que no tenía. Ella en su desesperación sentía que no merecía la mirada y el deseo de su esposo, se sentía rebasada en deseo y con tanto deseo contenido, más sucia a medida que pasaban los años.
Cómo lamentarse por la vida que tenía, si había contraído nupcias cuando ella quiso, con un hombre sumamente atractivo y una familia hermosa. Cómo explicar que era infeliz dentro de tantas sonrisas, dentro de el hogar que había soñado. Cómo justificar que algo que ya le parecía sucio, estaba transformando su vivir. Cómo gritar al viento que guardó en el cofre de madera bajo llave, su esencia intempestiva y humana.
La culpa le carcomía las entrañas.
Entonces sus días los llenó de la perfección como madre, de las noches al lado de sus hijas; quedándose, aparentemente dormida con ellas un par de horas, por el cansancio de los días vacíos de amor le propinaban.
Dejó los años de febril juventud tapizados de olvido. Ocultos bajo las sombras del bambú que alineaba su estancia. Dejó los días para un mañana, en el que quizá pudiera recobrar la idea de ser mujer, recuperar su piel teñida de frío, desempolvar los besos y las caricias que no sabía dónde abandonar.
Los ocultó para sí misma, se ocultó de sí misma.
Julia sombría aprendía a ser madre, una madre diferente a la que tuvo. Una, que no sabía cómo abrazar, si ella no fue abrazada desde recién nacida. Desde que llegó a casa, Julia, con sólo unos días de nacida; su madre por instrucciones de su padre, fue llevada a la cama de su hermana mayor; mayor sólo unos años más. Y, conforme pasaban los años, no era abrazada por nadie de la casa, sus caricias no le rozaban la piel. Así que cuando tuvo entre sus brazos a su primera hija, empezó su recorrido por el aprendizaje consciente de amar. La observaba tan pequeña y frágil. Nació con sus manitas abiertas y sus ojos más. Así que la tomaba con sus brazos y trataba de gestar el amor que ella tuvo de otra forma. Con su segunda hija, también acuñó cada caricia que quiso para sí.
Así que tanto amor que contenía se desbordaba con frases de cariño y caricias cálidas para sus hijas. Se convirtió en ternura disfrazada de Julia. Esa ternura le llevó años de satisfacción y olvido de sí mujer.
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