Teñido de fuego
Se atrevió a cerrar los ojos, dejó la mirada en penumbra; en tanto el negro sembradío teñido de fuego se abalanzaba sobre su tibio rostro. Recordaba cuántos días atrás sus lágrimas hubieran inundado con vehemencia aquellos campos para que nunca hubieran sido devastados. Sus lágrimas hubieran sido capaces de crear amplios ríos y hacer brotar nuevos manantiales.
Ahora, pasados varios meses, las lágrimas se han terminado, se han secado entre las sonrisas matutinas. La soledad ha sido ahogada por las gotas saladas de Julia. Los olvidos llegaron en el suave invierno. Se callaron ante las sorpresivas risas matutinas enredadas entre las sábanas azul profundo que le visten las piernas doradas por el Sol. Esas carcajadas que lleva entre las manos quien las provoca, quien ha hecho que la calma abra las ventanas de nuevas esperanzas.
Abrió los grandes ojos negros y observó detenidamente, los minúsculos cúmulos de nubes que se arremolinaban entre las esbeltas copas de los pinos de aquella sierra. Las trazó con sus manos, mientras ellas escapaban entre el fuerte viento; cuando las ganas de volar se presentaban más intensas. El espíritu de Julia se volvía libre y a la vez se acompañaba de una calma que no conocía. Deseaba llevarse la calma con ella, lejos, disfrazarse de algodón y arremolinarse entre los vientos que soplan al lugar de dónde no se vuelve. Pero esa emoción desconocida le aligeraba la existencia y le daba un respiro a tantos años de dudas y frialdad con Braulio; y a siglos de sinsabores y una inexistente presencia de Enrique. Por fin había llegado el anhelo profundo a la vida de Julia, una presencia de sí misma que es una con los suspiros guardados por toda l eternidad.
Aspira todo lo que quiere, todo aquello que quiere atesorar por si la vida le quisiera hacer una mala broma. Abre sus brazos y abraza la eternidad en un segundo, la sujeta con fuerza y exhala plena. Que dure lo que la vida le complazca, que ella se encargará de retener en su tibio cuerpo y en su hirviente espíritu todo este sueño que pareciera irreal.
Que ni Enrique y menos Braulio, siquiera podrían haber dibujado torpemente en la frente de Julia. Porque quién brinda al supuesto amor, lo que ni siquiera posee ni sabe que existe. Quién da, lo que ignora, lo que jamás podrá sostener ni con un dedo, mucho menos con el corazón entero.
Comentarios
Publicar un comentario