Texteó
Julia ha evitado rastrear algunos indicios de su malestar, aplazando una y otra vez la incomodidad de sus fantasmas. Esos fantasmas, que lejos de pensar que tienen una función en su ser los ha dejado permanecer con ella, dentro de su existencia como cuando se deja estar al aire dentro de una habitación.
Esos fantasmas que ni dejan de existir, ni hablan, ni llaman, ni responden; pero que tampoco se evaporan, que no huyen como los que los crearon, que no evaden las secuelas como quien niega que las provocó.
Después de algunos años ha tomado la decisión de sacarlos de su cabeza, pero quizá éso requiera de un valor excepcional, una fuerza de voluntad que no tiene en su ser para este tipo de proeza.
Deberá recurrir a su terapeuta de toda la vida. Para ello, primero, localizar el número telefónico que ella sabe que ya no conserva. Hace algunos meses, en un arranque de sobriedad, decidió vaciar su pasado por completo y fingir que ya no era ella; que de pronto toda su vida había tomado un rumbo que no se merecía el pasado que la había manchado. Borró números telefónicos, tiró a la basura cuadernos donde tenía escritos, accesorios que le podrían recordar que amó sin medida, ropa que le anclaba a tormentos que muchas veces sintió que la hacían parecer una loca. Una loca, como tantas veces le insinuó Enrique.
- Eres una enferma- se lo dijo desde la adolescencia y lo repitió de adultos.
Entonces, en su postura de persona "sana", decidió abandonar sus recuerdos, sus acuerdos con ella misma y con el pasado, con su locura, con su esencia. Esos acuerdos eran que, cuando ella necesitara, cuando ella quisiera podría visitar y sentir quien la ayuda para poder desahogar sus emociones primitivas. Pero en muchas ocasiones, esas idas y venidas le han provocado recordar cosas que ya parecían agotadas; por ello mismo no quería retomar ningún tratamiento. Por miedo.
De este modo, Julia, comenzó a buscar en la internet el número de la persona que se atreve a acompañarla a sumergirse en la cloaca con ella. Pero, no obtuvo resultados. No aparece el nombre del que le podría quitar la venda de los ojos, del que le abrirá las heridas y las rasparía hasta que vuelvan a sangrar. Recordó, que en un momento que Enrique era más humano, le buscó para comentarle su separación, mientras le solicitaba una recomendación de un colega suyo. Así, de este modo, Julia lo envió con su terapeuta.
Pasaron unos días, en los que Julia Eskarra mantuvo una fuerte lucha en su interior. Entre la decisión de marcar a Enrique y solicitar sólo lo necesario. Pero sabía muy bien que Enrique mantenía una postura prepotente como muchas veces la ha manifestado hacia ella. Estaba segura que muy probablemente no le respondería, tomó la arriesgada decisión de buscarle... Otra vez. Debido a que su vida en estos momentos requería de solucionar a la brevedad lo que le estaba lastimando.
Buscó entonces, también por el mismo medio el número de Enrique y de inmediato le saltó a la cara como un recordatorio de que era la última persona a la que debía recurrir.
Texteó:
Hola, sólo te busco porque necesito el número de ... De antemano te agradezco.
Después de unas horas, sonó su móvil y apareció el número del terapeuta. Acto seguido la bloqueó de manera infantil, como tantas veces.
Aunque ella sabía que eso podría suceder, estaba lista y lejos de que su estómago se volcara, simplemente, sonrió, haciendo un ligero movimiento de cabeza; como cuando recibes lo esperado. En seguida su sorpresa fue mayor. Julia, la Julia que ella conoce, no estaba ahí, ya no le dolió el estómago, ya no se le llenaron los ojos de lágrimas, ya no le dolió su alma, ya no resintió su indiferencia generalizada.
Julia Eskarra solitaria, Insuficiente, invisible, borrable... Para él. Borró el mensaje y con él lo que pensó que nunca sucedería, la nada dentro de ella por él.
Ahora sólo restaba olvidar sus daños y seguir mejor con ella y conmigo.
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