Sin guitarra
La cantera rosa se ha mojado bajo la lluvia torrencial de abril, un día inusual en el que de pronto, el Sol reflejaba sus rayos sobre los cristales de los ventanales de la casa céntrica de Julia, y en pocos minutos las nubes comenzaron a arremolinarse sobre la ciudad. Ella había puesto sobre su hombro derecho su bolso; había decidido salir por unas horas a despejar su mente. El trabajo, la terapia personal y tanto recuerdo que se había desatado con ella, le han tenido en vela durante varios días.
Al caminar por las calles de su ciudad, comenzó a percibir un sutil preticor . Respiró profundamente, mientras miraba ansiosa al cielo. Comenzaron las gotas regordetas a caer sobre su rostro, en pocos minutos se encontraba escurriendo por completo de cabellos a pies.
Tocó con suavidad su cabello empapado y trató de quitar el exceso de agua de su rostro de manera inútil. Era imposible correr hasta su casa, ya estaba mojada, y lo estaba disfrutando. Cerró sus ojos y trató de recordar cuándo había sido la última vez que se había mojado bajo la lluvia con tanta tranquilidad. No logró acertar en su memoria. Desaceleró su paso, mientras observaba su calzado.
-¿Cómo se le habría ocurrido calzar aquel día esos zapatos tenis color rojo? - pensó un instante.
Sin embargo, este pensamiento se fugó con las gotas que le recorrían las manos; llegando sin aviso, un pensamiento sobre su manera de andar. Sus pies, se esmeran por mantenerse derechos, con la punta de ellos hacia el frente todo el tiempo. Enseguida, se detuvo ante aquella ruidosa tormenta vespertina. Su mente había soltado otro recuerdo, como los últimos, nada agradables. ¿Qué hace a Julia de pronto levantar de entre los muertos situaciones con las que aprendió a vivir y a exigirse de manera involuntaria cosas que se ataron a su pasado?, ¿por qué cuando en ocasiones pareciera que el pasado se ha borrado con tantas gotas de lluvia en tantos años, vuelve a salir, como si las últimas lluvias hidrataran cada una de las partes de su anterior vida, incluso de su adolescencia; como estaba sucediendo en aquel día?
Sí, en cada paso que estaba dando en aquella tarde; sentía las patadas que habían recibido sus pies para que corrigieran su dirección. Cuando Julia tenía quince o dieciséis años, Enrique le evaluaba tantas cosas que le han acompañado como parte de su misma exigencia para ser suficiente para un fantasma.
Su caminar tenía una mala posición:
- Caminas con las patas abiertas- externaba Enrique fastidiado.
Julia ahora se pregunta:
- ¿Cómo es posible que alguien tan joven, como lo era Enrique, era tan exigente con alguien de su misma edad?- no lo lograba comprender.
Las patadas empujaban los pies de Julia, mientras caminaban juntos. En lo que debía ser un paseo de dos adolescentes enamorados, se convertía en una marcha militar infernal. El temor de Julia de no ser apta para el puesto de "novia" le comenzaba a carcomer los rincones de su seguridad. Trataba de poner atención en, "si de verdad era tanto su error", como para ser pateada por quien debía cuidar de ella.
Pero ahora que ella reflexiona los hechos, con ayuda de su terapeuta:
- ¿Quién era él y quién es él para haber hecho tanto daño?- no lo sabemos.
Mancharse la ropa, también era asunto de recriminación por parte de Enrique:
- Eres una sucia- juzgaba con desdén.
Y a partir de ahí, cuando Julia toma agua o da un bocado de algún alimento, voltea de reojo hacia abajo para cerciorarse de no ser "una sucia". Sus días, entonces, están plagados de disculpas por cometer "errores" humanos, como mancharse, como tardar al subir, como no ser quien ella cree que debe ser para los demás.
Si tan sólo no hubiese conocido a Enrique, no sabe lo que hubiera sido de su vida. Quizá no hubiera tenido tanto miedo a equivocarse, quizá hubiera descubierto quién era a tiempo, quizá no hubiera tenido depresión en dos ocasiones, quizá... no hubiera tenido que ser quien es ahora. No sería justo agradecer al verdugo, en tanto, Julia reconoce que debido a toda esa historia, con ese personaje; ha debido forjarse quien es hoy. Así son las batallas, se regresa con raspones, con moretes, con sangre, con soledad.
Enrique le arrebató la presencia de sí misma, es por ello que cuando la dejó la primera vez; su mundo se terminó. Julia de diecisiete, no sabía cómo vestir, cómo andar, cómo cantar, cómo ser feliz sin maltrato. Odió durante muchos años escucharse cantar y si sonaban canciones en inglés, con mayor razón.
En una ocasión, llegó Enrique a la casa de Julia y le mostró un Walkman, en su interior la cinta de la banda de Heavy del momento y con ella, la impresión de la letra de las canciones "en inglés". Aprenderlas en menos de una semana, era una tarea que Enrique asignó a Julia. Su idea de roquero novato, no se estaba vislumbrando siquiera. Él soñaba con tocar la guitarra eléctrica y ella con regalársela algún día. La burla y el sarcasmo se colgaban de las estrellas; mientras las canciones noventeras sonaban atrapadas en los audífonos; ya que la pronunciación ante el políglota de Enrique no era adecuada y si más la "corregía", sus "errores" se volvían cada vez más frecuentes.
Así que a parte de sucia, torpe, resultaba ser una estúpida. Con una emoción de malestar llegan esas palabras a su mente. ¿En qué parte de su existencia se creyó tan poco? Una niña de casa, con padres que la amaban a su manera, en colegio de monjas, con libros leídos en sus repisas, con domingos familiares. ¿En qué momento perdió la capacidad de raciocinio? Debido a qué se había enamorado de aquel hombre que no era capaz de amar.
Un hombre que ama no lastima, no deja con una cicatriz en la rodilla que ha perdurado por más de 30 años, cicatriz que sangró sobre una cantera rosa, al momento de empujarla contra ella. Así, como las canteras mojadas por las que cuida que sus pasos no sean desalineados.
En tanto, dentro de su corazón, espera poder recuperar sus años y dejar que los daños se escondan entre las rendijas de las banquetas por las que anda, dejando de disculparse ante el hombre que la ama como es, dejando de sentirse poca cosa cuando no sabe una letra, cuando se mancha la ropa, cuando una comida está terminada, cuando es ella misma. Pronto Julia, pronto se callarán esas voces.
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