Volátil
Empezar a reclamar sin poder detenerme, escribiendo lo que considero que Julia vive desde sus entrañas ha sido sencillo. Buscar entre sus recuerdos memorias que quizá la atan a un pasado que ya es momento de dejar por la paz. Ella no sabe bien cómo dejar todo sin su calor, no ha sabido evitar el quedarse atrapada dentro de la sombra de Enrique.
Para mí es fácil juzgar su ineptitud de romper con el recuerdo de alguien que no la ama, ni la amó por un sólo instante, para mí es sencillo cerrar este blog y dejarla en el olvido por muchos, muchos días. Pero para ella lo es todo, es su medio de supervivencia, su respirador. Una vez que he decidido dejar todo como está, mi espíritu me empieza a cuestionar un poco sobre la idea de acabar con ella, me cuestiona sobre el querer realmente dejarlo todo en el olvido y es ahí cuando por las noches, él llega.
Hace su acto de aparición cuando deseo no escribir más, cuando siento que puedo dejar sepultada por fin a la figura que me da un respiro. Se asoma de nuevo entre la oscuridad de mis sueños.
Una suave voz suena entre un sueño, tan real que cuando despierto pareciera ser que regreso de un viaje infructuoso. Llega hasta mi domicilio fantasmal un sándwich, sí uno preparado con ingredientes que en mi vida real, jamás consumiría en uno
El tocino dorado combinado con astucia entre la lechuga y las finas rodajas de jitomate, envueltas en mayonesa y pan integral. Una combinación culinaria peculiar llegó a mi puerta. Lo había enviado Enrique para mí.
Quién abre un puerta en sus sueños para encontrarse con la representación de quién no existe en la realidad? su carta de presentación era entonces, aquel alimento.
Sorprendida por lo que encontré al abrir la puerta, lo tomé entre las manos y caminé por un iluminado pasillo color rosa pastel. Lo desnudé, quitándole sus envoltorios. Al dejarlo sin ropas de papeles de colores, observé que abajo de su apetitoso y un tanto grasoso aperitivo, se encontraba una nota. Sí, un papel escrito color ocre, con letras irregulares en tono oscuro. Era la letra de Enrique, sus palabras escritas solicitaban reunirse un momento solamente, por lo menos.
Cuando aquello fue descubierto por mí, el estómago dio un vuelco y las manos se tornaron temblorosas.
En esta realidad, quizá dejando de lado el tocino; que en particular no me agrada; y los demás compaces que acompañaban la nota, todo se asoma hoy por la mañana un tanto bizarro.
Enrique para empezar, en esta vida, ya no sé si existe o si algún día existió y si todo es cuenta de mi absurda imaginación. Hubo días, sin querer ocultarlo hoy, que esperé que si no era una nota con un sándwich absurdo, sí, por lo menos un mensaje de él. Un hola, disfrazado de una felicitación Navideña o de un deseo tonto de un bello año para mí. Pero, aunque es vergonzoso confesarlo, aún aquí, en este medio que nadie observa. Me apena aceptar que esperaba algo, una señal de que un día fueron las cosas que he escrito, reales y que no inventé los personajes y las historias.
Pero no, ni sándwich, ni nota, ni mensaje.
Y si no es así, vete Enrique de los sueños míos, evapórate de la existencia inexistente de Julia también. Desaparece como siempre lo has hecho.
Porque ya ni en Julia debió existir nada tuyo, ni en mi un recuerdo fracturado, agotado por el tiempo y las olas venturosas que abrazan mis pies. Vete con ellas, si ya no quieres existir, hazte espuma que se desbarata con la arena, vuélvete volátil y nada por el cielo hasta desaparecer con el Sol.
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