Contra la pared
El pañuelo desechable se ha resbalado por las rodillas desnudas de Julia, su falda se ha subido unos centímetros arriba al sentarse sobre su silla giratoria rosa pastel. El consultorio se ha quedado en silencio, son las diez con cuarenta y cinco minutos de la noche de ese viernes de marzo. No corre el viento, la noche está quieta.
Julia levanta el suave pañuelo de entre sus pies, observa los tacones color nude que lleva puestos desde las tres de la tarde, que comenzó a atender a sus pacientes. De pronto una opresión en el pecho le llega de golpe.
Un sórdido recuerdo de hace más de trece años le roza la piel de sus dedos a través de aquel sutil objeto que recoge.
Braulio ha descubierto una conversación en la computadora de Julia.
Aquella noche el bullicio de la casa, estaba por colapsar en silencios craquelados. Julia estaba sentada sobre la cama de una de sus hijas, estaba por morir la noche y ella escondía mensajes en las redes sociales. Enrique estaba mensajeando a Julia.
La conversación versaba sobre la necesidad imperante de ambos, de estar lo más pronto posible juntos. Ella sabía que aquello era una locura, jamás abandonaría a sus hijas, la única opción era el divorcio de ambos con sus respectivas parejas.
Cómo se hace para lanzar tantos años de esfuerzo, tantos años de un olvido de una relación adolescente con Enrique al lado de Braulio?
Cómo se hace para desquiciar la vida en un segundo por un sueño helado?
Sencillo, Julia ni siquiera lo pensó.
A través de un mensaje leído, de una conversación.
Los ánimos ardieron y la razón se evaporó. Los gritos de Braulio comenzaron cada vez más altos, cada vez más amenazadores
Por qué un amante no está en ésos momentos en que la vida misma corre tanto peligro?
Muy simple, porque él nunca respondió cuando Julia le avisó que todo se había volcado en su contra.
El miedo invadió las entrañas de Julia, las gotas saladas y cálidas no eran suficientes para dar más información a su irascible esposo. Braulio sabía muy bien los motivos de la infidelidad de su mujer, sin embargo, prefería culparla a ella de todo. Total lavarse las manos es más sencillo que admitir que él jamás sería el hombre que pudiera llevar una verdadera pareja.
Julia defendía su relación, si así pudiera haberse llamado a esos trapos rotos de amor unilateral. Cuando las cosas se pusieron realmente álgidas entre los dos extraños; Julia se paró del sillón sobriamente decorado, alcanzó a dar unos pasos y se cansó de escuchar las verdad: "lo cualquiera que era". Lanzó un pañuelo desechable sobre la cara de Braulio y éste la sujetó con fuerza de los brazos hasta hacer que su espalda chocara con la pared del comedor familiar. Al instante le colocó la mano izquierda sobre su cuello. Las pupilas de Braulio se dilataron y la garganta de Julia se contraía al compás.
Después de unos instantes en un silencio terrible, Braulio la soltó justificando su poca hombría, con el pretexto del papel sobre su rostro. Mientras Julia se hundía en su porquería y sus lágrimas.
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