La mañana continúa
Parecía ser una mañana común, reestructurada, más pacífica para Julia.
El golpeteo de las gotas gordas que caían rítmicamente sobre el domo que posa sobre las escaleras de granito, le sugerían seguir recostada. Las sábanas cálidas en tonos rosados, la rodean queriendo evitar su levantar.
A penas tocaron sus pies desnudos el suave tapete que la recibe, observa su móvil y se percata de varios mensajes por medio de otra red
Después de unos segundos de escarbar en sus recuerdos, logró identificar la identidad del sujeto que había enviado tantos mensajes entre la noche.
Qué hacía Sebastián mandando mensajes después de cuatro años de su último encuentro?
Julia tiene 47.
Acaso Sebastián no ha descubierto a nadie en todo este tiempo que llene sus necesidades?
Dejó el tema por el lapso de una hora para poder salir a carretera. Bajando las escaleras se sintió tibia nuevamente, su coordinado rosado en combinación con una blusa de cuello alto que dejaba ver su camiseta interior de encaje en el borde de su intimidad se vestía en complemento con la gabardina palo de rosa. Subió a su camioneta y ahí, en el silencio de su trayecto comenzó a hacer memoria.
Sebastián fue un hombre como varios que conoció durante su soltería, después de veinte años de matrimonio fallido.
Hombre refinado, culto, sumamente atractivo, con relaciones personales y profesionales que dejaban corta la imaginación de Julia. Las descubrió, hasta que un buen día él la invitó a un desayuno en una zona inalcanzable para ella en aquellos momentos en que su sueldo a penas le daba para sobrevivir.
La zona boscosa era hermosa, los pirules y pinos enmarcaban el restaurante, había tanto verde en aquella escena que le parecía un cuento de hadas. Sebastián, adelantándose al valet parquing le abrió la puerta de su Audi plata. El corazón de Julia latía con fuerza, su garganta se había cerrado por mucho tiempo y le impedía decir "gracias" con facilidad.
Sabía que era un desayuno peculiar. Ella dentro de sus posibilidades vistió acorde al lugar, no sin antes investigar en algunas apps, los estilos, colores que debía para la ocasión. Aún así, se sentía nerviosa.
Sebastián, desde el primer día que la conoció; le reconoció Julia que decidía seguir saliendo con ella; debido a su personalidad, lo culta que le parecía, la clase que representaba y sobre todo, porque a él le parecía una mujer apta para poder ser presentada sin pena ante las personas con las que se relacionaba. En repetidas ocasiones él la llevó a comprarse ropa, ella, en ningún momento, accedió.
Julia, mientras maneja en automático, sigue sin reconocer que vio en ella aquel hombre.
Al entrar al restaurante le recorrió la silla y Julia se sentó tímidamente. Habían llegado antes de tiempo. Empezaron a llegar personalidades conocidas de muchos años para Sebastián; entre ellos: Secretario de Relaciones Exteriores, Secretario de Defensa, Exgobernador del Estado y más personas que si bien algunas le sonaban en sus pensamientos a Julia, otros que jamás hubiera identificado como sujetos importantes. Todos ellos pasaban a la mesa contigua, no sin antes saludar de manera afectuosa al acompañante de ella.
La respiración de Julia permanecía entrecortada, le parecía cada vez más difícil respirar y absorber el fresco aire. En cuanto su pareja comenzó a presentarla de uno por uno, sintió como su sistema empezaba a colapsar ante los títulos de cada ser que sonreía ante ella. Al término del interminable desfilar de personalidades. Se preguntaba qué estaba haciendo ahí.
Cómo era que de pronto, una mujer con tanto caos, llena de deudas en ese momento y con una vida en reconstrucción; estaba en ese sitio, con aquel hombre; dueño de una de las más importantes constructoras de la ciudad, con dos carreras prominentes, llenas de logros, dueño de una notaria en zona privilegiada de la ciudad?
Estaba absorta en su mente, que había resguardado aquella historia que terminó pronto, cuando en la carretera empezó a llover. Deseaba detener su marcha y mezclarse entre la línea enorme de bambúes que desfilan por una buena parte del camino. Pero siguió y con ello sus recuerdos.
El suculento desayuno que anunciaba la carta tenía el costo que pudiera alcanzar para que en su casa pudieran alimentarse por lo menos por un lapso de tres días. Titubeó en pedir lo que apetecía en realidad, sin embargo, sacó su dignidad sobre las servilletas de tela blanca y se la sacudió sobre el rostro.
Mientras tomaba sus alimentos, sola. El bullicio de la otra mesa se paseaba por la atmósfera. Intuyó que el restaurante había sido reservado sólo para esas personalidades, ya que los meseros y todo el personal estaban pendientes en todo momento de las necesidades de los comensales.
Dentro de todo este contexto, totalmente ajeno a ella, se sintió sola. Jamás había estado en un sitio así, pero tampoco, la habían invitado a desayunar, llevado en auto de lujo y tener que comer sola. Es un absurdo. Pero así era la realidad. Parecía que estaba en una bola de cristal, que quería estrellar y caminar por el campo sola. Al fin, así estaba ahí.
Después de ese evento, se cuestionó más cosas al respecto de aquella relación salida de un cuento.
Aquel hombre que le ofrecía viajes a lugares que siempre soñó, una cuenta en el banco, camioneta, departamento... al final no era lo que ella quería. Él hablaba de ellos sin lo más importante... sus hijas.
Siempre hay un precio que se paga en las relaciones y éste no era negociable.
Así, que Julia, a pesar de que tenía al alcance todo, lo dejó. Sebastián insistió por varios meses, mientras ella tiraba las flores que llegaban a su puerta y devolvía las joyas que le eran entregadas. Después de tanto. Él fue hasta la ciudad donde ella vivía en aquellos días y le dijo lo siguiente:
- Julia, jamás había pasado tantas noches sin dormir. He conocido mujeres de todo tipo, en muchas partes del mundo y ninguna me había rechazado. Sé mía, nada te faltará- siguieron los discursos sobre todas las ventajas económicas.
Julia agradeció y se retiró... no estaba en venta aún.
En pocos minutos estaba por llegar a su trabajo matutino, cuando abrió bien los mensajes de Sebastián. Sus palabras más sensibles ahora, versaban así:
- Te extraño, no te he podido olvidar- regresa conmigo- acompañados de saludos y frases extras.
En el semáforo en rojo, siendo las siete y treinta de la mañana de hoy, fueron borrados los mensajes.
La mañana debe continuar en la realidad donde está y como está. Bien.
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