Más aquí, que sobre la mesa


 Julia decidió aislarse del mundo hace muchos años, desde que los problemas con Braulio y los que ella creo con Enrique, la arrastraron por el piso; le hicieron tantos raspones en las rodillas que le es imposible a veces notar donde no hay una cicatriz.

Le duele convivir, ha olvidado saludar y finge ser normal en las reuniones en las que se obliga a asistir. Si le es posible agendar tantos pacientes que le impidan llegar a tiempo o aunque sea al final de un festejo, lo hará. Prefiere sumergirse en sus cosas antes que socializar.

Las preguntas de su estado le irritan y carcomen la piel, le dan náuseas y se le llenan los ojos de lágrimas al darse cuenta que no existe para los demás.

Aprendió a ser invisible, se viste de importancia por su trabajo y se vuelve errática ante cualquier forma de hablar.

Las mesas llenas le provocan un salto en su corazón y su respiración se vuelve entrecortada; el pánico la atormenta, se siente sola entre tanta gente. Entre risas se escuchan los tintineos de los cubiertos chocando con la loza blanco marfil y el sonido de las copas al llenarse le llenan a ella la garganta de gritos ahogados.

Ya no sabe comunicar nada, no tiene intención de aprender de nuevo.

Cuando era adolescente y era feliz, siendo una niña de catorce, era libre, no tenía miedo de lo que dijeran de ella. Después de algunas experiencias y con el paso de los años, se escondió en nosotras. Y evitará a toda costa seguir así.

Su sentido de pertenencia es tan reducido, que cuando lo recuerda, su aire se agota; pero lo prefiere antes que abrirse nuevamente.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Con vehemencia

Amor