Sin conmiseración
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Se quedó fría bajo la cálida luz de la lámpara de pié que ilumina el consultorio donde trabaja. Sus labios decidieron quedarse callados tras las confesiones de sus pacientes. En ese sillón largo de color gris suave, descansan las penas, sinsabores, dudas, miedos, tristezas y desolaciones que ella misma tuvo en algún momento. Sabe que esos interiores inquietos, pronto llegarán a vislumbrar un poco de luz dentro de la neblina. Sus palabras son casi todas para ellos, mientras hace profundas respiraciones, en tanto ellos nombran confusos lo que esconden en sus realidades. Mientras cierra sus ojos un segundo y piensa en emanar amor. Ese amor que a ella le faltó para salir adelante y que al mismo tiempo agradece a ese personaje; que hoy no tengo ganas de nombrar; el que haya decidido permanecer ausente. La depresión que le acompañó hace años; por sentirse la peor persona, por amar, por querer vivir el amor más destructivo de su existencia; le dio la enseñanza con la que convive cada día...