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Mostrando las entradas de marzo, 2019

Por las escaleras

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Era viernes de primavera cuando se fue. Esa estación le agrada para irse. Se fue con una sonrisa en su rostro, victorioso, dio la vuelta a la calle y lo vi tomar su teléfono; él seguiría con su vida, y yo trataría de recuperar la mía. Dónde habría quedado Julia Eskarra, dónde dejaría su vida, cuáles eran sus sueños, ahora en qué se basarían sus esperanzas?, si aquella ráfaga de frescura se extinguía con su partida. Me hubiera caído muy bien un regreso en ese momento, un fuerte abrazo y un te amo. Pero se fue y no mostró señales de dolor. Mi caída era abismal, el descalabro era doloroso. Cómo sanar esas heridas y esos raspones? La casa se escuchaba ausente, las luces una a una fueron apagadas y todo se quedó paralizado en el tiempo. Seguía sonando la música vieja en el reproductor, sonaba a soledad y recuerdos. Cerré la puerta y dejé el cúmulo de estrellas que se hicieran bolas, no quería tampoco, saber de ellas; el viento soplaba fuerte y movía las cortinas desesperado porque sa...

Volar lejos

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Las noches llegaban más rápido de lo que prometían, eran unas indecentes y desvergonzadas. Deseaba que se desvanecieran; pero se posaban sobre el techo de mi casa, y se escurrían en partes por la teja del techo que protegía la escalera. Para no discutir con ellas, ahí me quedaba, sentada en el quicio de la puerta que daba a la pequeña sala, sobre los primeros escalones, esperando llegar a una tregua. Las baldosas frescas y rugosas me hacía sentir en un ambiente rústico y lejano de la ciudad. Me sentaba descalza y con camisón ligero; para que el aire corriera por mi cuerpo y me dejaran soñar despierta. El viento volaba los largos mechones de mi cabello negro, tapando mi rostro, haciendo más lúgubre mi soledad nocturna. Alzaba los ojos al cielo y podía ver las estrellas, observaba su tintineo; después, cerrando los ojos y abriendo los brazos, soñaba con volar; mis nuevas alas se desplegaban por los aires y dejaba todo atrás; la soledad y la tristeza. Volaba alto, dando piruetas en el ...

Pashmina

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Sobre mi cama posaba una negrura teñida con unas pequeñísimas estrellas color azul plúmbago; era mi nueva pashmina; reposaba y caía suavemente haciendo pequeños pliegues entre estrellas. Quería tocarla, deseaba tocarla, poder olerla y evocar el aroma de Enrique, pero él no estaba ahí.  La noche anterior, parecía especial; me había llevado un regalo a la habitación. Un sobre de tamaño mediano, hecho de papel  de color negro, con las iniciales de la tienda donde recién lo había comprado, estampadas en el frente. Lo tomé entre mis manos ansiosas y aún cuando por naturaleza soy curiosa, hubiera querido dejar así cerrado el sobre. Pero Enrique insistió: - No lo vas a abrir?, te traje una sorpresa- pronunció impaciente. Aún cuando su insistencia me estremecía, pude  recordar los regalos que me hizo en la adolescencia y en su mayoría no eran de mi gusto, eran del suyo. Temía abrir aquella sorpresa y no poder fingir tanto como en la adolescencia por recibir algo que no me ...

Ranas y sapos

Ese sonido que hace latir mi corazón como animales salvajes en estampida, que retumba en mis adentros como queriendo estallar por partes mi ser.  Hacen que mis piernas se paralicen y  no puedo hablar, tengo ganas de llorar y gritar; tengo miedo, un miedo que no puedo entender. El croar de los sapos y las ranas  paralizan mi vida. Una absurda fobia se ha prendido de mi alma, anidada en mi mente, como una maldición permanente. Ni las terapias habían dado con el origen de esta extraña fobia de Julia Eskarra, ya había escudriñado entre varios recuerdos para poder saber dónde había nacido esta repulsión que la hacía parecer una loca cada vez que aparecía alguno de estos anfibios cerca, sin lograr alguna respuesta. Los episodios eran más frenéticos a medida que pasaba el tiempo, sin obtener respuestas. Un día, lloviendo estaba, cuando el cielo decidió desbordarse frente a mis ojos, el cielo gris parecía arremolinarse dentro de aquel paisaje y hacerlo parecer funéstament...

Mucho más allá de

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Estaba cansada de los pretextos de Enrique para poder vernos, en ocasiones yo lo buscaba en su oficina y caminábamos hacia su camioneta. El paseo era breve pues ambos debíamos regresar a casa. En varias ocasiones durante el trayecto las discusiones se convertían en una dinámica salida de control. Sus constantes excusas me fastidiaban y hacían que perdiera la calma. Yo quería seguridad de un futuro, que si bien al principio nos lo habíamos planteado, con el tiempo parecía desvanecerse entre las calles y las luces de los autos. El ser la otra era una carga poco ligera y agradable. Quería ser única para quien me amara, ser el acontecimiento de su vida y no sólo un apartado. Es extraño recordar que para Enrique nunca fui el acontecimiento, deseaba ser mucho más allá de un ser humano que se inmiscuía en su vida, que se aparecía de repente; nunca lo fui, no para él. Un día, se detuvo, en una calle solitaria; después de haber comenzado a hablar sobre nuestro pasado "puberto", c...

Los ecos de la nostalgia

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Confundir el enamoramiento con el amor, es a menudo un error que desgarra y que nubla la vista. Perder los cimientos por una ilusión intangible que jamás llegará es quizá un dolor constante del que no se tiene consciencia, sino hasta que se logra emerger de él. Lo días parecían tan nítidos y a veces tan turbios que me desconcertaba y me iba enloqueciendo poco a poco. Se llegaron las vacaciones de invierno, y con ellas el frío y la soledad de la infidelidad. Braulio estaba cansado de mí y yo de él, así que decidió partir con una de mis hijas a su tierra natal; a dos mil ochocientos kilómetros al norte del país. Dejándonos a mi hija mayor y a mí en casa, con los ecos de la nostalgia que se reía de mí por los rincones. Los días se hacían largos y difíciles. Enrique, cada vez tendría más pretextos de evitar verme; era natural que su familia le demandara atención, y como era de esperarse se fue de  la ciudad por días. Todo aquello me hizo ver que las cosas no estaban donde yo merecí...